viernes, 18 de febrero de 2011

Tribulaciones de un inmigrante mexicano en Francia

Fernando del Paso

Nunca pensé que algún día estaría dispuesto a escribir sobre la malhadada experiencia laboral que tuve en Francia como inmigrante: el amor propio me obliga a ocuparme, en todo caso, de mis éxitos, y a olvidarme de mis descalabros.

Sin embargo, creo que ahora, en que las relaciones entre México y Francia sufren de uno de sus peores momentos, es una buena oportunidad para contarle a los lectores lo que me sucedió en el año de 1985 en Francia, a la que llegué convencido de que al fin se cumpliría uno de mis sueños más caros: el de vivir en esa maravillosa ciudad que es París.



Fue a mediados de ese año que el director de la Sección Latinoamericana de Radio France Internationale (RFI), de visita en Londres, me invitó a presentar un examen en la sede, en la capital francesa, de esa radiodifusora. Cumplía yo entonces catorce años de laborar en los Servicios Externos de la BBC de Londres y la Batalla de Las Malvinas había matado en mí todo deseo de seguir viviendo en Inglaterra. El orgasmo patriótico de los británicos y el despliegue de su inmensa soberbia me tenían harto. Viajé entonces a París en el mes de julio o agosto. Había dos vacantes y cerca de quince personas se presentaron al examen. Yo gané una de las vacantes. Me instalé en París en octubre y comencé a colaborar en la RFI de inmediato, como periodista, locutor y productor de programas, en el entendido de que estaría tres meses a prueba, y sólo hasta entonces se me daría el contrato definitivo. Mi esposa Socorro y mi hija Paulina, mientras tanto, se quedaron en Londres. Confiados, tanto ellas como yo, en que mi capacidad y la experiencia adquirida en la BBC me permitirían superar la prueba, se dedicaron a deshacerse de objetos y muebles inservibles, y a vender la casa que teníamos en el barrio de Sydenham. Un mes antes de que yo partiera para París, es decir, en septiembre, se le había otorgado a mi segunda novela, Palinuro de México, uno de los galardones Médicis más codiciados: el Premio al Mejor Libro Extranjero publicado en Francia, 1985-1986. Nunca antes se había otorgado este premio –que ya tenía más de 20 años de existir– a un escritor mexicano. Nunca, tampoco, se le ha otorgado después.

A mediados de enero del 86, Radio France Internationale me dio el contrato de planta, y el gobierno francés el permiso para permanecer en su territorio en calidad de trabajador. La casa de Londres ya estaba vendida y debíamos entregarla lo más pronto posible. La mudanza estaba lista. Le pedí entonces a mi esposa que se dirigiera con mi hija al consulado francés en Londres, para solicitar las visas correspondientes.

Las visas les fueron negadas.

En la radiodifusora me explicaron que en mi calidad de trabajador inmigrante en Francia, tenía que hacer una solicitud ante el Ministerio de Reagrupamiento Familiar –le Ministère de Reagroupement Familiel– cuya titular era entonces una tal Georgina Dufoix, para que autorizara que mi hija y mi esposa se reunieran conmigo. Esta idea de la reunión diferida de los seres queridos más cercanos surgió en 1974, cuando el gobierno francés decidió poner un alto a la inmigración de mano de obra asalariada en momentos en que cien mil inmigrantes llegaban cada año a Francia. Al mismo tiempo me advirtieron que los trámites para obtener el permiso solían prolongarse por un año. Cuando pregunté si eso mismo les sucedía a las esposas extranjeras de los dirigentes y altos funcionarios de empresas multinacionales o simplemente extranjeras que recibían un nombramiento en Francia, me dijeron que no, porque los salarios de esos ejecutivos estaban muy por encima del nivel abajo del cual era absolutamente necesario contar con la autorización para llevar al país a la esposa y los hijos. En la propia RFI me sugirieron que mi esposa y mi hija podrían ingresar con visas de turista y, cada tres meses, viajar a Bélgica para renovarlas, mientras se cumplía el año. Así fue como me enteré de que mi salario estaba dentro del margen de ingresos que ganaba cualquier inmigrante argelino, senegalés o somalí, y que se me pagaba no por mi conocimiento del idioma español, ni como intelectual, ni como traductor y productor de programas de radio, sino por mi mano de obra. Por otra parte, antes de hacer el examen se me había asegurado que con mi salario como periodista de Radio France Internationale podría vivir con holgura. No era cierto. Nunca me alcanzó para vivir con decencia. En los pocos meses que permanecí en la radio me vi obligado a complementar mis ingresos de inmigrante del Tercer Mudo con colaboraciones destinadas a varias publicaciones periódicas mexicanas y latinoamericanas.

No sé qué fue más grande: si el asombro o la humillación. Aparte de los años que había trabajado en una de las radiodifusoras internacionales de onda corta más importantes del mundo, yo era un escritor conocido, había obtenido uno de los premios literarios más importantes de Europa, creado por la misma Francia y, para colmo, había sido el propio gobierno francés el que me había invitado a colaborar en una de sus instituciones. Y ahora ese mismo gobierno me prohibía llevar a Francia a mi esposa y a mi hija antes de transcurrido un año.

Cuando le conté a mi esposa por teléfono, ella, profundamente herida, como yo, en su dignidad personal, me dijo que ella tenía un país, México, que era también el mío, y que regresaría a él antes de someterse a la vejación de salir cada tres meses de Francia para rogar que le renovaran la visa. Le di toda la razón, y me preparé a acompañarla. Mi sueño de vivir en París se había derrumbado. Había yo renunciado a la BBC y nuestra casa en Londres había sido ya vendida. Estaba en el aire. Lo único que podía hacer en esos momentos era repatriarme.

La sacudida que tuve no puede compararse por supuesto, en lo más mínimo, con el sufrimiento y la soledad de que han sido víctimas cientos de miles de trabajadores inmigrantes en Francia. Pero por unos días me invadieron el desaliento, la furia y la impotencia. Fue entonces que México nos salvó. El ministro en nuestra Embajada, Rafael Tovar, y el embajador, Jorge Castañeda, obtuvieron de nuestra Secretaría de Relaciones Exteriores un pasaporte diplomático para mi esposa, en calidad de trabajadora de la sede diplomática mexicana.

Se resolvió así la situación, pero sólo por unas semanas, durante las cuales comenzamos a planear nuestro regreso a México. Fue entonces que la Secretaría de Relaciones y la embajada de México me ofrecieron el cargo de consejero cultural. Tres año más tarde fui nombrado cónsul general en París. Nuestra estancia en esa ciudad se prolongó por siete años.

Ésta es, pues, la breve reseña de las tribulaciones sufridas en Francia por un ciudadano mexicano, escritor premiado y profesional de la radio, y del desprecio con el que las autoridades francesas trataron a ese ciudadano al que ellas mismas habían ofrecido un trabajo.

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jueves, 17 de febrero de 2011

Don Polo

José Gil Olmos

MÉXICO, DF, 16 de febrero (apro).- Don Polo tenía 80 años cuando empezó a buscar a su hijo secuestrado en septiembre pasado. Hizo lo que ninguna autoridad federal, estatal o municipal pudo hacer: investigar y señalar a los responsables. Habló con los militares, con representantes de la Procuraduría General de la República (PGR), del gobierno de Durango y fue hasta la Presidencia de la República a denunciar el plagio, pero nadie le hizo caso.

Días después de hablar con la reportera de Proceso, Patricia Dávila, fue asesinado y ahora es un número más de los “daños colaterales” de la guerra contra el narcotráfico.


Leopoldo Valenzuela Escobar, don Polo, vivía en Nuevo Ideal, Durango, donde tenía una refaccionaria. La semana antepasada llegó a la redacción de la revista a denunciar el rapto de su hijo del mismo nombre, al que llamaba Leo. Una banda que vivía en su propio municipio, a los que ya había identificado con nombre y apellido, se lo habían llevado pidiendo un rescate de 10 millones de pesos.

Don Polo supo quiénes eran e indagó dónde estaba su guarida, y así lo denunció a las autoridades municipales, estatales, militares y federales. Pero cada vez que se presentaba ante una autoridad, recibía maltratos por hacer lo que ellos por obligación debían llevar a cabo.

Los soldados le dijeron que fuera a presentar la denuncia o que juntaran el dinero para liberar a Leo. El presidente municipal de Nuevo ideal, Ernesto Velásquez, lo conminó a ir con el fiscal para secuestros del gobierno del estado quien, a su vez, le dijo que no arriesgaría a sus policías para ir al lugar que Don Polo les señalaba donde tenían a su hijo. Ante la insistencia de que actuara, el alcalde gritó a Don Polo y a su hija, Hilda: “¡Qué no entienden!”, y luego dejarlos con la palabra en la boca.

En su peregrinar, la familia acudió a la X Zona Militar, y ahí un coronel de apellido Zambrano los dejó plantados, luego de leer el mensaje que los plagiarios habían enviado por teléfono exigiendo el dinero. “¿Cómo que de este número te lo mandaron?”, fue lo último que les dijo el militar, quien se había comprometido ayudarles.

En octubre, la familia tenía toda la información de los responsables del plagio y a quienes les había entregado ya un millón 600 mil pesos. De hecho, sus hijas y su esposa, vestidas de hombre, lo acompañaron a ubicar el sitio donde tenían a Leo.

Luego de confirmar que se trataba de la guarida de los secuestradores, denunciaron el hecho ante la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), dependiente de la PGR.

Durante cuatro meses esperaron que ésta actuara y durante todo ese tiempo documentaron otros secuestros realizados por el mismo grupo.

Incluso Don Leo descubrió la nueva guarida de la banda. Asimismo, entregó la credencial de elector de uno de los plagiarios, quien la había tirado en el momento de llevarse a una persona.

Como no le hacían caso, acudió a la Secretaría de Marina, donde entregó a los capitanes Montiel y Magaña mapas, datos, nombres y números de teléfono de los secuestradores. Tampoco recibió ayuda.

Su última esperanza de que hicieran algo para salvar a su hijo era la Presidencia de la República.

A principios de enero Don Polo y su familia acudieron a Los Pinos, donde entregaron una carta. En el texto, expusieron en 19 puntos toda la información del plagio de Leo. Una vez más fueron ninguneados.

Desanimado, Don Polo llegó a la revista Proceso cuatro días antes de morir acribillado. La reportera Patricia Dávila escuchó impactada todo su relato y le preguntó que si estaba seguro de que se publicara lo que le había narrado. “¡Claro que tengo miedo! ¡Temo por mis hijas y mi esposa! Pero la nuestra ya no es vida…”, le contestó pidiéndole que publicara casi todo lo que le había dicho.

Tenía la esperanza de que la denuncia pública tuviera algún efecto para que las autoridades reaccionaran y dieran con su hijo, esperando que aún estuviera vivo. Su ilusión era que toda esta pesadilla terminara encontrando a Leo y dejar el municipio de Nuevo Ideal, donde tenían su negocio de piezas de autos usados.

Pero nada de esto sucedió. El viernes 4 de febrero un comando entró a su casa y lo asesinó.

Todo su esfuerzo se desvaneció en unos instantes porque ni el gobernador, ni el procurador estatal, ni el federal, ni los policías, soldados y marinos, ni el propio presidente de la República, lo escucharon, y su hijo Leonel sigue desaparecido y Don Polo esta muerto.

En un país donde la impunidad reina, hay muchas otras historias como la de Don Polo. Las cifras de muertos y desaparecidos crecen todos los días y la violencia no deja de cimbrar comunidades, pueblos y ciudades de todo el país.

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lunes, 7 de febrero de 2011

De las alianzas al movimiento

John M. Ackerman

Más allá de sus evidentes diferencias políticas, Diego Fernández de Cevallos, Óscar Levín Coppel y Andrés Manuel López Obrador tienen razón al pretender defender los "principios" y los "valores" éticos de la política, y de entrada rechazar las alianzas electorales por conveniencia. Pero lo que no reconocen es que la pobredumbre moral de la clase política no es algo nuevo y mucho menos depende de la existencia o no de una coalición electoral. Las alianzas, y el transfuguismo oportunista, son apenas expresión de una realidad que entre los políticos ha venido in crescendo desde hace más de una década: la búsqueda del poder sobre la democracia, y del dinero antes que la justicia.

"Engendros" como Ángel Aguirre en Guerrero (un priísta postulado por el PRD y apoyado por el PAN para oponerse al gobierno del PRD), Leonel Cota en Los Cabos (un ex presidente del PRD postulado por el Panal y apoyado por el PRI), Rafael Moreno Valle en Puebla (un elbista apoyado por el PRD y el PAN para derrotar al PRI) o Juan Sabines en Chiapas (quien ganó con el respaldo de López Obrador, pero hoy se acerca al PAN y PRI) confunden a la ciudadanía. Asimismo, cuando el PT apoya al candidato del tricolor en Durango y Convergencia respalda la contrarreforma electoral de Enrique Peña Nieto en el estado de México, queda claro que ni estos partidos supuestamente antisistémicos son capaces de salvarse de la corrupción política.

Paradójicamente, el vacío ideológico que hoy ofrecen los partidos tiene la ventaja de generar un ambiente de repudio generalizado hacia toda la clase política sin distingos. El desdibujamiento de las fronteras entre izquierda y derecha, entre lo nuevo y lo viejo, y entre lo programático y lo corporativo deja a los ciudadanos sin brújula política. Lo positivo es que este vacío genera las condiciones que podrían permitir la articulación de una nueva iniciativa auténticamente social a favor de la transformación del país. En lugar de esperar pacientemente que las soluciones vengan de los políticos, ahora los ciudadanos voltearán la mirada hacia ellos mismos como los únicos responsables de su destino.

Con todo, en lugar de rechazar las alianzas habría que abrazarlas. Ellas tienen un fin muy específico, totalmente válido: asegurar condiciones de competencia y equidad reales para las elecciones presidenciales de 2012. Habría que poner un alto a la marcha triunfal de Peña Nieto hacia Los Pinos y conjurar el peor de todos los escenarios: el retorno del autoritarismo del Estado y sus múltiples mañas al comando central del Estado mexicano.

El lado oscuro de estas coaliciones no es atribuible a ellas, sino a otros factores más estructurales. La salida del hoyo en que nos encontramos no se encuentra en un "purismo" falso que recurre a la fantasía de los valores y principios que supuestamente enarbolan los partidos realmente existentes, sino en una radical transformación de la clase política en sí y en un despertar generalizado de la sociedad civil.

El ejemplo de Egipto es contundente. En contextos de países social y económicamente complejos, la represión sólo es posible cuando está respaldada por un mínimo de legitimidad política. Las considerables fuerzas armadas egipcias, que reciben millones de dólares cada año en apoyo militar de Estados Unidos, simplemente se han negado a disparar contra sus hermanos que protestan en las calles. La fuerza bruta del Estado no es ciega, sino que su ejercicio depende del contexto político y la correlación de fuerzas en la sociedad. Las escenas de los manifestantes subidos en las tanquetas con los brazos levantados, o simplemente conversando con los soldados, constituyen un gran testimonio histórico de la inutilidad de la fuerza bruta.

En México, igual que en Egipto, sería muy difícil imaginar a las fuerzas armadas disparando en contra de su propia población en el contexto de una masiva movilización social. Como parte de la "guerra" contra las drogas, tanto militares como policía federal no han dudado en disparar contra civiles y atropellar los derechos humanos. Asimismo, existe el antecedente de 1994, cuando las fuerzas castrenses respondieron de manera despiadada con bombas y balas al levantamiento indígena del EZLN en Chiapas.

Pero hoy el movimiento social no sería armado, sino que tendría que ser totalmente pacífico. Nadie en su sano juicio se atrevería a abrir la puerta para que los narcotraficantes pudieran utilizar su poder de fuego para aprovecharse de una situación de caos generalizado. Y ante una movilización cívica, pacífica y urbana, las tanquetas del Ejército Mexicano no tendrían otra alternativa que la paralización como sus homólogos egipcios para terminar funcionando como barricadas y escudos de los mismos manifestantes. Tampoco sería posible que los procuradores de justicia del país detuvieran y enjuiciaran a los participantes por ejercer su derecho constitucional a la libertad de expresión, de asociación y de manifestación.

Ha llegado la hora de perder el miedo al aparato represivo del Estado para salir a las calles y protestar a todo pulmón en contra del fracaso de los políticos para resolver nuestras necesidades más fundamentales. Como en Egipto, los jóvenes en particular tendrían la responsabilidad de encabezar esta lucha. Ellos simultáneamente son las víctimas más directas de la situación actual y cuentan con la energía necesaria para construir un mundo mejor. Si no actuamos ahora, seremos los únicos culpables de que todo siga igual.

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viernes, 4 de febrero de 2011

pensar la emancipación: democracia directa, economías locales, autoregulación social y gestión colectiva de los bienes comúnes

César Enrique Pineda Ramírez[1]

Integrante de jóvenes en resistencia alternativa, estudiante de posgrado en estudios latinoamericanos cebrion1@yahoo.com.mx


Es urgente pensar una salida desde los pueblos a la catástrofe capitalista. Es indispensable, además tratar de contar con algunas coordenadas de lo que llamamos emancipación y de lo que imaginamos es un mundo otro. Pero para pensar esas alternativas no hay que buscar arriba sino abajo y mirar lo que como germen, en los márgenes del mundo, constituye otra cosa distinta al capitalismo. Esos procesos luchan por permanecer y generan tensiones y conflictos con lo existente y lo dado, lo hegemónico y el poder. Aquí cuatro ideas de cómo la democracia directa, la autoregulación social, las economías locales y la gestión colectiva de los bienes comunes son prácticas propuestas desde la praxis rebelde por todo el orbe.

Prácticas de autodeterminación contra la lógica de la hegemonía estatal partidaria

Las prácticas emancipatorias de varios movimientos sociales contienen en sí mismas un cuestionamiento radical antisistémico. Dichas prácticas están cuestionando que la sociedad deba ser gobernada por un cuerpo especial de personas, que exista una separación entre gobernados y gobernantes y que haya una sola forma de ejercer el gobierno y la justicia.

Haciendo una analogía, si todos sabemos que el capitalismo funciona a partir de la separación de los productores de los medios de producción, el Estado capitalista desarticula los medios colectivos de decisión, expropia progresivamente para sí, las relaciones de mando, centralizando en su estructura el monopolio de la decisión, haciendo exclusiva del Estado la facultad de nombrar y normar.

Las juntas de buen gobierno zapatistas, que funcionan a partir de una intensa rotación entre todos los integrantes de las comunidades de la organización indígena rebelde, cuestionan con su práctica que deban ser expertos quienes gobiernan y que deba haber una clase dedicada con exclusividad a ello. Muchas de las prácticas de los pueblos indios organizados en resistencia en Mesoamérica y el mundo andino, cuestionan la homogeneidad estatal, construyendo una ingeniería democrática alternativa sobre la base de la participación horizontal con mecanismos que, desde lo local, desbordan la forma liberal estatal y subrayan la noción de plurinacionalidad en contraposición al modelo único de sistema de gobierno y justicia.

Estas prácticas que tienden a tener densidad importante en los sectores rebeldes de los pueblos indios aunque no son exclusivas de ellos, constituyen una posibilidad real, no sólo formal o ideal, de relaciones embrionarias o prefigurativas de una nueva esfera pública, no estatal. Son prácticas que hacen a los pueblos, comunidades y colectividades tomar su suerte en sus manos en un proceso dinámico y constante de construcción, de auto institución, de autogobierno.

Si bien las prácticas emancipatorias de una democracia comunal se desarrollan de manera más intensa y compleja al interior de los pueblos indígenas organizados o en rebeldía, las innovaciones sociales alternativas, como hemos dicho, no son practicadas sólo en ellos.

En una importante franja de colectivos, movimientos, redes, procesos y luchas se privilegian relaciones de una democracia radical basada en el espacio asambleario, en las relaciones cara a cara, en decisiones por consenso y no por votación, en representaciones acotadas a la voluntad colectiva, en metodologías alternativas de deliberación, en el cuestionamiento de las relaciones de poder al interior de los procesos. Estas relaciones se desarrollan en los pequeños espacios micropolíticos de una democracia radical anclada en la participación más o menos igualitaria de quienes integran lo colectivo. Pero, si desde el pequeño espacio asambleario se prefiguran los mecanismos, formas, dispositivos, ética y racionalidades alternativas al sistema representativo liberal, también se han comenzado a crear sistemas de asambleas, coordinación, deliberación y decisión masivos. El Frente Popular Darío Santillán, que reúne a más de 50 organizaciones de 9 provincias argentinas, ha creado mecanismos que combinan representaciones limitadas con procesos de deliberación descentrada, dispositivos de decisión horizontal con delegaciones acotadas entre organizaciones multisectoriales que abarcan desde estudiantes y desocupados hasta grupos culturales, desmontando la idea de que la diversidad y la lejanía territorial son un obstáculo para la toma de decisiones. Los procesos masivos de participación y deliberación colectiva, como los Congresos del Movimiento Sin Tierra en Brasil y las representaciones de más de cinco mil comunidades de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), apuntan en el mismo sentido. De nueva cuenta, la democracia radical supracomunal y regional de las juntas de buen gobierno zapatistas aglutinadas en cinco regiones indígenas, indican que estas prácticas emancipatorias no sólo son posibles en microespacios políticos locales sino que se puede ir mucho más allá de lo local.

Si observamos estas prácticas de emancipación, es clara la tensión que se constituye con el Estado liberal, aunque esté ocupado por los partidos o fuerzas progresistas ya que, la forma del Estado, está diseñada para la administración y subordinación de los gobernados desde arriba y desde afuera: la separación entre gobernados y gobernantes es su base de funcionamiento, con una identidad burocrática anclada en la representatividad delegativa. Es además, una representación dominada por la clase política, especializada en el poder, aunque ésta sea progresista, de izquierda, o incluso revolucionaria o anticapitalista. La forma del Estado liberal-burgués captura, disciplina, organiza y cerca, aprisionando, deteniendo la potencia emancipatoria de estas prácticas.

La tensión es evidente. Las prácticas emancipatorias señalan que quien debe decidir es la gente misma organizada desde abajo para ello. La forma estatal dominante señala que debe ser la clase gobernante quien decide. Las prácticas emancipatorias señalan que, además, se debe decidir de abajo hacia arriba, entre todas y todos. La forma estatal dominante señala que la forma de decisión por antonomasia de la democracia es la representación y la separación. Las prácticas emancipatorias señalan que puede realizarse otra democracia desde la organización directa de las comunidades, barrios y colectividades.

La forma estatal señala que la organización y hegemonía partidaria es la única forma de síntesis de la voluntad colectiva. Las prácticas emancipatorias dispersan el poder, la forma estatal concentra, centraliza y constituye hegemonía para poder gobernar. De ahí la primera contradicción.

Prácticas de autoregulación contra la lógica de asistencia subordinada

Las prácticas emancipatorias desde abajo muestran, por otro lado, la construcción de nuevas culturas del trabajo y de apropiación del excedente con valores y normas alternativos anclados en la regulación social autogestionada de la educación, la salud, la seguridad, la comunicación y la producción.

Estos proyectos de creación y producción colectivos son ensayos, experimentos de gestión de la vida humana que desbordan la forma social capital y la forma social estado. Son actividades prácticas de cooperación, de autoregulación colectiva y trabajo útil que impugnan la propiedad y el monopolio del diseño, gestión, ejecución, implementación y readecuación de las necesidades y emprendimientos colectivos que reordenan la división del trabajo, dispersan y socializan los conocimientos y saberes y tratan de superar la división entre quienes piensan y quienes ejecutan.

Radio Ñomndaa[2] que significa la palabra del agua, en la montaña de Guerrero, gestiona la información radiofónica de manera colectiva. Con la participación de comités de barrio y de comunidad que constituyen un espacio colectivo coordinado, agrupa las necesidades y posibilidades comunicativas que surgen desde abajo. Radio Ñomndaa no consulta a la gente de abajo, es una radio constituida por los hombres y mujeres comunes y sencillos que gestionan la información, producción, contenidos y locución en base a sus propias necesidades y prioridades locales enlazándose en su propia lengua, el amuzgo, con la realidad nacional e internacional a través de un consejo colectivo. Radio Ñomndaa transmite sin el permiso del Gobierno mexicano. Cuando, después de haberlos hostigado y girarles órdenes de aprehensión por transmitir sin permiso, las instituciones se acercaron a ellos para ofrecerles legalizarse, el equipo de coordinación llevó la decisión a los pueblos. La respuesta de Radio Ñomndaa al Gobierno fue emblemática: dijeron que ellos no necesitaban el permiso del Gobierno Federal porque transmiten con el permiso otorgado por sus propios pueblos. Uno de sus integrantes protestaba diciendo: “Cualquier pueblo, de cualquier parte del mundo, tiene derecho de pensar y de decir. Y de decir las palabras no solamente así sino a través del aire, a través de la frecuencia. Y la frecuencia no es de una persona, no es del que tiene más dinero, la frecuencia, el aire, es de todos nosotros”. Radio Ñomndaa es sólo uno de los ejemplos más brillantes de una constelación de radios comunitarias, libres o alternativas que desarticulan las relaciones de propiedad y monopolio de los medios y que gestionan y socializan la información desde abajo.

Tacurú[3] – en guaraní se le llama así a los hormigueros gigantes -, es una red de nucleamientos barriales entre consumidores y productores que reivindica el trabajo digno y autogestivo, la producción ecológica y la elaboración sana de los productos. Es una red de comercialización y servicios anclada en valores no mercantiles aunque exista mercado dinerario. Sin embargo, ellos mismos manifiestan que este proceso, que elimina a los intermediarios y construye economías locales en Buenos Aires, es un proyecto de economía alternativa y transformación social. Es similar al proyecto de Bajo El Asfalto Está la Huerta[4], el BAH!, que reúne a productores que han tomado tierras en el espacio periurbano español para luego distribuir directamente sus productos entre grupos organizados de consumidores. Estas redes, son sólo ejemplos de un fuerte movimiento de base por una economía alternativa. El BAH!, una microexperiencia en el estado español reivindica, curiosamente, lo mismo que reivindica la Vía Campesina Global, una macroarticulación de más de 148 organizaciones de 69 países. Desde lo local el BAH! y desde lo global Vía Campesina, analizan y advierten que sólo las economías campesinizadas, los mercados locales y la producción tradicional de los pequeños agricultores son sostenibles y que la agroindustria monopólica global y el monocultivo son los que destruyen al planeta. En los hechos, el BAH!, el MST o Vía Campesina con sus cultivos tradicionales están enfriando al mundo del calentamiento global.

La Policía Comunitaria[5], se desarrolla en la parte céntrica de la zona me`phaa, tlapaneca, de la montaña de Guerrero, muy cerca de la zona na saavi, mixteca. Surgida en 1995, aglutina a más de 70 comunidades indígenas. Frente a los altos índices de delincuencia, asesinatos y violaciones en la zona, las comunidades se reunieron y tomaron una decisión. Construir su propio sistema de seguridad anclado por un lado en una policía comunitaria con efectivos designados por las propias comunidades de manera rotativa, que cuida caminos, comunidades y ríos, zonas de protección decididas por las propias comunidades y, por un sistema de justicia basado en los principios de justicia pública y colectiva, en el que son varios los ojos que evalúan a quien comete errores. Los conflictos más graves se resuelven en asamblea, son ejecutados por las autoridades de los mismos bajo el cuidado del consejo de ancianos y de principales. Se forma una asamblea regional, supracomunitaria para evaluar los casos más difíciles. Ello, para impedir que se cometan errores o arbitrariedades en la impartición de justicia. Este sistema tiene como principio considerar a quienes han cometido una falta, no como delincuentes sino como vecinos e integrantes de la colectividad que deben reintegrarse a la misma a través del trabajo comunitario. Dicha práctica cuestiona la validez y la necesidad de un solo sistema de justicia, señala la ineficacia estatal y reivindica el control colectivo de la seguridad, así como también objeta los principios de la justicia dominante.

Podríamos continuar con numerosas experiencias de autoregulación: desde el centenar de fábricas sin patrón en Argentina que cuestionan la forma y organización productiva al interior de la fábrica, hasta los mecanismos de cultura colectiva de los centros sociales italianos, desde la coordinadora del agua y su propuesta de propiedad social en Bolivia, hasta los bachilleratos populares argentinos y la educación de los sin tierra que cuestionan la lógica del saber y la construcción del conocimiento científico y educación tradicionales; desde comunidades de producción colectivos hasta barrios completos autoorganizando la vida común. Desde mecanismos de justicia como la policía comunitaria que hemos narrado, hasta dispositivos de seguridad colectivos como los realizados en el Alto en Bolivia; desde radios comunitarias gestionadas colectivamente como Radio Ñonmdaa hasta redes de producción, distribución y comercio que reordenan la relación del trabajo y del consumo como Tacurú. Desde los huertos comunitarios urbanos en Montevideo, hasta la autoorganización para el mantenimiento de la red eléctrica en la zona costa de Chiapas. Desde algunos de los procesos de Heliópolis en Brasil hasta la democracia directa en Cristian, Dinamarca. Desde agrovillas hasta pueblos, desde microproyectos hasta comunidades urbanas masivas.

Estas prácticas de autoregulación entran en tensión con las lógicas estatales de subordinación, funcionalización e instrumentalización, entendiendo que la dominación requiere de la des-organización de los subalternos y que los dispositivos de la obediencia se basan también en la necesidad material, subjetiva y discursiva de la heteronomía, de la dependencia del dominado frente al dominador. Pero, la autonomía o independencia material e inmaterial que desarrolla la autogestión, rompe muchos de los vínculos de las relaciones de mando-obediencia y rompe con la ilusión de la necesidad de protección, dirección y providencia del Estado. Desborda la ejecución externa, cuestiona sus valores y determinaciones y, reordena las relaciones y potencias de creación, deliberación, experiencia y vida gestionadas desde abajo.

De nueva cuenta, la tensión es evidente. Existen desde abajo lógicas de multiplicidad contra las lógicas de centralización. La autoregulación y autogestión (Cattani, 2004) contradicen la lógica asistencial, de correa de transmisión y dependencia que se utiliza desde el Estado. Las prácticas emancipatorias señalan que quien ejecuta y quien decide cómo se ejecuta y gestiona lo propio y la vida es la misma gente de manera directa. Las prácticas de sujeción estatales empujan a volverse reflejodependientes (Mirza, 2006) de los dispositivos partidarios y estatales que dan la ilusión del amparo a la gente misma.

Prácticas del bien común contra la lógica extractivista-desarrollista

Por último, están las prácticas del bien común. Las luchas que hemos decidido llamar socioambientales (Navarro y Pineda, 2009)no sólo le están dando un severo dolor de cabeza al capital global extractivo de materias primas y bienes comunes sino también a todos los gobiernos que, aliados de dichos capitales, no pueden ver otra forma de crecimiento económico por el otro. Desaceleran, boicotean, obstruyen y, en algunos casos, detienen la acumulación basada en el capital inmobiliario y a los gobiernos que aliados a éste creen que más cemento es más desarrollo.

Como hemos dicho en otro lado, estos movimientos tienen una importancia estratégica porque, si la huelga fue el mecanismo para rebelarse al capital al interior de la fábrica, hoy el bloqueo y la obstrucción de la extracción, el desecho y los megaproyectos, es la desobediencia a la lógica del capital fuera de ella.

En Nigeria, el Movimiento por la Emancipación del Delta del Níger en confrontación con las petroleras extractoras, ha logrado a pesar de una feroz represión, que la producción diaria baje de 2 millones y medio de barriles a menos de millón y medio[6]. En Chile, el movimiento indígena mapuche, ha recuperado más de 17 mil hectáreas de tierra[7], avanzando sobre el latifundio y siendo un verdadero obstáculo para las empresas forestales. En México, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, detuvo un proyecto aeroportuario que le despojaría de sus tierras colectivas y, hasta el momento de escribir estas líneas, el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa La Parota, había obstruido un megaproyecto hidroeléctrico que lo apartaría del río Papagayo y de sus tierras. Cada proyecto de inversión rebasaría los 1000 millones de dólares.[8] La Unión de Asambleas Ciudadanas, a partir de la movilización y la lucha popular, ha logrado que en diversas provincias y municipalidades argentinas se legisle prohibiendo la minería a cielo abierto y las fumigaciones contaminantes. La Asociación Ya Basta ha destruido el campo de cultivo de maíz transgénico que, en Italia, abría la puerta a dicha producción.

Las prácticas, discursos y análisis de estos actores, entran en abierta confrontación con aquellos gobiernos que repliquen el extractivismo y el desarrollismo como modelos de crecimiento. Las prácticas emancipatorias cuestionan las bases mismas de la producción capitalista y la relación dineraria (Leff, 1998 y Sotolongo y Delgado, 2006). Cuestionan la lógica del capitalismo verde y del crecimiento sostenible, falsas soluciones que dejan intactas las relaciones de explotación del mundo no humano. Señalan que el crecimiento productivo infinito es insostenible e inviable. Algunos de estos movimientos proponen como ejes alternativos la soberanía alimentaria (anclada en la producción local y el mercado local), el descentramiento energético (sistemas medianos y pequeños de abastecimiento de energía sustentable) y la gestión colectiva de los bienes comunes, gestión que, por supuesto, no es privada y tampoco es estatal. Es decir, el cuidado, gestión, preservación y usufructo colectivo del agua, los bosques y la biodiversidad, desde las colectividades diversas y polifónicas autoorganizadas.

Mientras estas prácticas proponen una nueva racionalidad productiva, la lógica extractivista-desarrollista mantiene el modelo intacto. Mientras estas prácticas valoran como inconmensurables y no mercantilizables a los bienes comunes, la lógica de crecimiento nacional necesita de la extracción y usufructo mercantil de ellos. Mientras estas prácticas empujan hacia una producción descentrada que internalice las condiciones ecológicas y sociales del llamado desarrollo, la lógica estatal de crecimiento soslaya y vuelve secundarias estas contradicciones. Mientras estas prácticas apuntan hacia un desarrollo endógeno local autodeterminado, la lógica nacional-estatal está orientada hacia el desarrollo nacional conectado a las necesidades del sistema-mundo. Mientras estas prácticas luchan contra el despojo, la racionalidad estatal ve este proceso como un daño colateral de un objetivo mayor. Mientras estas prácticas señalan que la naturaleza no tiene dueño, la lógica estatal necesita de la apropiación de la tierra, el territorio y los bienes comunes para el crecimiento.

Prácticas de sujeción del pensamiento

Aunque estas tres contradicciones nos parecen primordiales, de manera paralela existen algunos equívocos que provocan una tensión en el pensamiento y derivan en confrontación política. Éstos tienen que ver con la manera de pensar y mirar estas prácticas emancipatorias. Mencionamos brevemente al menos tres de ellas.

El primer equívoco se relaciona con el sujeto que construye las prácticas emancipatorias. En este sentido, se cuestiona que los pueblos indios, atravesados por relaciones de opresión, dominación y exclusión, puedan ser el sujeto de cambio. Se critica además que la clase haya sido sustituida, en beneficio del pensamiento neoliberal, por conceptos como sociedad civil o bien por las luchas que algunos llaman nuevos movimientos sociales, especialmente la lucha de género, de preferencia o diversidad sexual y el ecologismo. El problema de este señalamiento es que, en el fondo, mantiene una premisa que al menos está en discusión y es la del sujeto revolucionario. Desde la negatividad, se critica que estos nuevos sujetos puedan ser hoy el centro de la lucha, totalizando y construyendo un nuevo esencialismo negativo. En el pasado, la preeminencia del proletariado como vanguardia llevó a esconder sus propias contradicciones. Hoy, los sectores sociales emergentes pareciera que no cumplen con las condiciones para ser el nuevo sujeto revolucionario. Sin embargo, el problema no son los sujetos ni su grado revolucionario. El problema es la matriz de pensamiento para evaluarlos. Desde esta matriz, se privilegia la identidad del sujeto y no su accionar y su práctica. El problema es que lo relevante, al menos desde el pensamiento crítico, no es tanto la búsqueda de una esencia o destino histórico de un sujeto, sino las prácticas concretas de insubordinación, antagonismo, emancipación y lucha, la cuales no coinciden, ni coincidieron, ni coincidirán con una identidad específica o con el lugar que se ocupa en la cadena de producción. Ese error analítico se cometió en el pasado y se comete de nuevo hoy. Estas prácticas de lucha se realizan de manera contradictoria, polifónica, diversa, heterogénea, plebeya o clasemediera, rural o urbana, proletaria o desocupada, indígena, mestiza, negra o criolla. La lucha no coincide con una identidad específica, lo que no invalida que también se luche desde ella.

El segundo equívoco es similar al primero pero no tiene que ver con señalamientos sectoriales sino territoriales. Se afirma que estas prácticas no tienen cabida ya en el mundo urbano moderno. Que el colectivismo y el comunitarismo pueden funcionar en las áreas rurales atrasadas pero no en el cosmopolitismo global de las ciudades. Acá, en las ciudades, ya hay otra cosa. Sin embargo, este señalamiento, aún más débil que el primero, construye un nuevo esencialismo. Las opciones comunitarias actuarían con base en una especie de identidad genética cultural indígena o campesina que hace funcionar dichas prácticas. Por un lado, es una visión ahistórica que echa por la borda innumerables experiencias colectivistas urbanas del pasado que hoy mismo siguen funcionando. Por el otro, omite analizar que no es la identidad del sujeto la que determina las relaciones sociales sino las relaciones de opresión, dominación y explotación del capital y del Estado que, precisamente, tienen mayor densidad en las ciudades o, mejor aún, éstas, son productos de dichas relaciones de poder y sujeción de los individuos. Por último, no se reconoce que las relaciones sociales son construcciones históricas, cuya memoria, identidad, colectividad y comunidad pueden recuperarse en ciertos casos, pueden fortalecerse donde existen y pueden recrearse y construirse donde se han perdido por completo.

El tercer equívoco, el más común, es la acusación que señala que estas experiencias están idealizadas y que, con sus contradicciones, será imposible aproximarse a una alternativa más avanzada. La respuesta a ello tiene dos dimensiones. La primera es que, al menos desde una parte del pensamiento crítico y desde una parte de estas prácticas alternativas, estamos concentrados en reflexionar y actuar para resolver los nudos de estas prácticas emancipatorias. El problema no es el purismo aunque haya algo de ello en varias experiencias; el problema no es el sectarismo aunque fuertes rasgos existan en otras más; tampoco el problema es que existan contradicciones entre discurso y prácticas. Más bien, las preguntas relevantes serían: ¿cómo se mantienen estas experiencias en el tiempo?, ¿cómo no son aisladas por el entorno y por sí mismas?, ¿cómo pueden sobrevivir en medio del asedio de la cooptación y la represión estatal y de las fuerzas centrífugas del capital?,¿ cómo se estabilizan, crecen y se masifican aún más estas experiencias?, ¿cómo se construyen más y mejores articulaciones y cómo avanzan sin instrumento partidario?; y, en especial, ¿cómo estas prácticas pueden volverse una práctica generalizada contra la hegemonía imperial, del mercado, del estado, sus partidos y la alienación generalizada?. En efecto, sin resolver estas preguntas, las prácticas emancipatorias que hemos descrito pueden relativizarse, pueden ser destruidas o pueden estancarse sin significar una alternativa para el mundo.

¿Por qué estas prácticas emancipatorias son tan importantes? ¿Por qué debemos centrarnos en ellas incluso cuando abierta y directamente contradicen a gobiernos que el sentido común evalúa como mejores que las opciones neoliberales del pasado? ¿Por qué hemos enfatizado de manera radical las prácticas de autodeterminación, autonomía, autoregulación autogestión y prácticas colectivas de gestión del bien común?. Tenemos tres razones.

En primer lugar por su sentido heurístico y su sentido epistemológico. Estas prácticas muestran lo que es, lo que no es y lo que es posible. Desde sus potencias rebeldes e insubordinadas abren al conocimiento y a nuevos saberes. Si se mira desde la lógica de antagonismo e insubordinación se comprende la lógica de la dominación, la explotación y el desprecio. Si se mira desde estas prácticas rebeldes, es posible desarrollar una teoría de la potencia y no un análisis de los límites. Un pensamiento de la liberación y no una teoría de la sujeción. Estas prácticas abren el pensamiento colectivo. Son además el termómetro para el pensamiento crítico que evalúe las políticas y orientaciones de los gobiernos progresistas ¿qué tanto estos gobiernos admiten o rechazan, integran o bloquean las prácticas emancipatorias que hemos descrito? La mirada resultante de una evaluación así, será muy distinta al sentido común tradicional de la izquierda ortodoxa. Si se mira desde arriba sólo podremos ver políticas de gobierno, acuerdos multinacionales, crecimiento económico, combate a la pobreza y soluciones similares. Si miramos desde abajo, el mundo se abre a una polifónica diversidad de alternativas poscapitalistas.

La segunda razón las prácticas emancipatorias señalan de manera radical que la gente común, sencilla, puede decidir, puede ejecutar y puede gestionar su propia vida. Este señalamiento es la base de la desarticulación de la dominación del mercado pero también, y esto es importante, del Estado. Es un planteamiento radical que cuestiona el rumbo hacia donde se dirigen los gobiernos y además señala quién y cómo se debe decidir, ejecutar y gestionar de manera alterna. Es decir, propone no sólo un contenido específico de alternativas, sino también una FORMA polifónica de autoregulaciones para hacerlo. Este asunto no es menor ni conceptual ya que, como plantea claramente Werner Bonefeld, “El Estado capitalista no es tal porque la burguesía haya ocupado los cargos importantes. Es un estado capitalista debido a su forma: la separación entre lo político y lo social. La existencia del Estado capitalista se basa en esta separación”. (Bonelfeld, 2005, 55) Siguiendo esa reflexión, la autodeterminación, la autonomía, la autoregulación, la autogestión y la gestión colectiva de los bienes comunes cuestionan no sólo quién está al mando de la estructura estatal sino también la forma de la producción, distribución, consumo de bienes, materiales e inmateriales, cuestionando además la forma misma del Estado, señalando otras formas de vida alternativas al capital y al Estado. Siguiendo con la idea de Bonefeld, si el Estado capitalista separa lo político de lo social, estas prácticas emancipatorias desarticulan dicha separación mientras que las prácticas de sujeción desde los gobiernos progresistas, no sólo la mantienen sino que la acentúan. Es, desde estas prácticas desde donde se propone una nueva forma de gestión de la vida colectiva. Lo que nos lleva a la tercera razón que deseamos esgrimir.

Un mundo otro.

Estas prácticas prefigurativas, embrionarias, incipientes, son las piezas sueltas diseminadas por todo el orbe para superar el capitalismo. Representan, como planteaba Marx, las células del modo de producción de los productores libres y asociados.

Las prácticas que hemos señalado son los hilos para tejer un entramado social poscapitalista. Cada hilo, de manera separada pareciera una alternativa local, focalizada, pero si se les reúne, pueden ser un sistema alternativo democrático de gestión colectiva, de cadenas de producción, creación y autogestión de la vida y de mecanismos organizados de gestión de los bienes comunes. Señalan un programa de programas, un sistema de alternativas. Todas estas prácticas entrelazadas indican ya, la forma, funcionamiento, organización, mecanismos, dispositivos y modos de relación social de un sistema poscapitalista.

En ellas pueden ordenarse con la imaginación y con el respaldo del pensamiento emancipador, algunas coordenadas de lo que sería ese sistema de superación del capitalismo:

Las prácticas y dispositivos reales que hemos visto pueden ser la compleja arquitectura de una DEMOCRACIA DIRECTA, que traslada la deliberación y decisión a la multiplicidad de organismos y cuerpos colectivos de abajo, no renunciando a la representación pero constituyendo una soberanía centrada en la gente misma. Este descentramiento de la soberanía de la clase política, se realiza con mecanismos de representación a través del MANDAR OBEDECIENDO, reconfigurando por completo el orden de lo político.

Las estructuras que se están formando de una economía alternativa reunidas, pueden ser la base de ECONOMIAS LOCALES AUTODETERMINADAS Y ENLAZADAS EN RED. Fábricas recuperadas, grupos de consumo, huertos urbanos, agrovillas rurales y periurbanas, producción con valor de uso y agroecológica que reordena la división técnica del trabajo y desarticula las jerarquías al interior del proceso, reunidos, son, los pilares para la construcción de una economía que supere al capitalismo.

Las prácticas de autogestión, cogestión y autonomía que recuperan para sí el control de la reproducción social en miles de proyectos, microproyectos y prácticas sociales alternativas son la base de funcionamiento de la AUTOREGULACION SOCIAL GENERALIZADA.

Por último, no habrá democracia directa, economías locales autodeterminadas y autoregulación social generalizada sin el reordenamiento radical de la relación del mundo humano y no humano. Este reordenamiento radical que debería avanzar hacia la imaginación de sistemas de reproducción social como parte del sistema más amplio y complejo que es el ecosistema global del planeta, tiene como punto de arranque las propias propuestas de las prácticas emancipatorias: SOBERANIA ALIMENTARIA, DESCENTRAMIENTO ENERGETICO, GESTION COLECTIVA DE LOS BIENES COMUNES y DESCRECIMIENTO.

Desde ellas, se puede pensar entonces en un proceso de planificación social de la producción anclado, no en el mercado ni en el estado, sino en una planificación desde los polifónicos, multiculturales y diversos nucleamientos alternativos construidos desde abajo. Puede pensarse en redes de autodeterminaciones, en coordinaciones regionales de autonomías, en mercados autocentrados locales controlados de manera horizontal y democrática. En un sistema de sistemas dinámicos, en una RED CONFEDERADA DE AUTONOMÍAS. En un entramado de intercambios de saberes, productos y decisiones que supere al capital y al Estado capitalista. Pueden pensarse, como plantea Villoro, que sean el fuego que encienda la pradera extendiendo una nueva forma de democracia radical construida desde abajo. Puede pensarse la posibilidad de que estos nucleamientos desde lo local puedan generar, en talleres cooperativos o comunales enlazados en red, la autoproducción de medios de producción apoyados en las nuevas tecnologías que tenemos a la mano, como señala André Gorz en su texto la Salida del capitalismo ya ha comenzado. O finalmente, como lo plantea Immanuel Wallerstein,

“podemos construir, aquí y en otras partes, en pequeña o gran escala, modos de producción alternativos y no mercantilizados. Al hacerlo, aprenderemos los límites de diversos métodos y podemos demostrar que hay otros modos de asegurar una producción sensata y sustentable, en vez de depender de la utilidad como la base de nuestro sistema”. (Wallerstein, 2010, 22)

Estas prácticas embrionarias, contradictorias, insuficientes, limitadas, asediadas, son las piezas sueltas de un rompecabezas que es urgente integrar. Son un reto del que depende el futuro de la humanidad. Tenemos que lograr alcanzar a pensar y accionar una salida a la catástrofe capitalista que se avecina, una salida desde los pueblos, basados en estas grietas, en estas fisuras del muro de dominación del capital y del Estado. Ese muro de prácticas de sujeción que se está agrietando con las prácticas emancipatorias que por todas partes están emergiendo.

Pensamos que esas grietas, esas fisuras, esas prácticas emancipatorias, esas islas de liberación pueden crecer, pueden articularse. Podemos, como se ha dicho, hacer de nuestras islas una barca para ir a encontrarnos. Una fisura que se reúna con otra, puede provocar el desmoronamiento de una parte del muro. Cientos de pequeñas grietas, enredadas entre sí, de muchas formas, de muchos tamaños, podrían quizá, tal vez, derrumbar y hacer estallar el muro por completo. No lo sabemos con certeza. Quizá valga la pena intentarlo. Quizá sí hay algo mejor detrás del muro. Quizá sea ese otro mundo, que decimos, que es posible. Quizá, sea la emancipación.

Noviembre de 2010.

BIBLIOGRAFÍA

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Bonefeld, Werner2005 en Bonnet Alberto. Holloway John. Tischler Sergio. (comp). Marxismo abierto. Una visión europea y latinoamericana. Buenos Aires.Herramienta-BUAP. 2005.

Cattani, Antonio (org.), 2004, La Otra Economía, Altamira, Argentina.

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2003, De la libertad a la comunidad, Fondo de Cultura Económica-ITESM, Madrid, p.

Wallerstein Immanuel. 2010. ¿Crisis? ¿Cuál crisis? En Gandásegui, Marco y Dídimo Castillo (coord.), 2010, Estados Unidos. La crisis sistémica y las nuevas condiciones de legitimación, CLACSO-Siglo XXI, Argentina.

[1] César Enrique Pineda es sociólogo, integrante de jóvenes en resistencia alternativa y estudiante del posgrado de Estudios Latinoamericanos en la UNAM

[2] Algunos textos sobre Radio Ñomndaa pueden encontrarse en Movimiento Indígena en América Latina: resistencia y proyecto alternativo volumen II. Compilado por Raquel Gutiérrez y Fabiola Escárcega. Coordinadoras. México. CEAM-BUAP. 2006. O en Soriano Silvia. Testimonios indígenas de autonomía y resistencia. México. CIALC. 2009, Brigadas Internacionales de Paz. Proyecto México. “Derechos de la población indígena y propuestas de autonomía” en Defensoras y defensores de derechos humanos en el Estado de Guerrero. PBI México. 2007. en su propia página http://lapalabradelagua.org/ y se puede encontrar una síntesis de su historia en www.espora.org/jra

[3] Toda la información sobre la red en su propia página www.tacuru.ourproject.org

[4] Sobre la experiencia del BAH revisar: López García Daniel. López López José Angel (comp). Con la comida no se juega. Alternativas autogestionarias a la globalización capitalista desde la agroecología y el consumo. Madrid. Traficantes de Sueños.2003.

[5] Revisar sobre la policía comunitaria: Gasparello Giovana. Quintana Jaime (comp). Otras geografías. Experiencias de autonomías indígenas en México. Editorial Redez Tejiendo la utopía. 2010.

[6] Velloso Agustín. Guinea Ecuatorial 2009. En revista Pueblos. Agosto de 2009. www.revistapueblos.org

[7] Puede revisarse la página de la Coordinadora Arauco Malleco. www.weftun.cjb.net/

[8] Según distintas fuentes periodísticas el proyecto de un nuevo aeropuerto en la periferia de la Ciudad de México alcanzaba los 18 mil millones de pesos mexicanos, es decir unos 1300 millones de dólares. En el caso de la Parota, según las propias autoridades del Gobierno del Estado de Guerrero y el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan la inversión rondaría entre 850 y 1000 millones de dólares.

autonomía! autogestión! horizontalidad!
jovenes en resistencia alternativa

www.espora.org/jra

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miércoles, 26 de enero de 2011

Samuel Ruiz (1924-2011), el profeta mexicano del siglo XX

Enrique Dusse

Ha muerto el 24 de enero el santo profeta de Chiapas, digno sucesor de Bartolomé de las Casas. Este último comenzó su lucha en favor de los pueblos originarios de América en el ya lejano 1514 en el pueblito de Sancti Espíritu de Cuba. Fue obispo de Chiapas desde 1544 hasta 1547, en que fue expulsado por la oligarquía de los conquistadores que ya dominaban esa tierra maya, por su lucha en favor de los pueblos originarios. Algo más de cuatro siglos después, y como continuando la labor de Bartolomé, fue nombrado en 1959 don Samuel Ruiz, a la edad de 35 años, obispo de Chiapas (siendo el más joven del episcopado mexicano de esos años).

Había nacido el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato. Estudió primero en León; obtuvo su doctorado en hermenéutica bíblica en la Gregoriana de Roma. Era un hombre letrado, director del seminario de León (como Miguel Hidalgo lo fue del de Valladolid). Asistió al II Concilio Vaticano, participando todavía dentro de las filas del episcopado conservador. Le tocaron tiempos de profunda renovación de la Iglesia y las convulsiones políticas del 68. En ese tiempo cambiará drásticamente su posición teórica y práctica. Será su comunidad indígena maya la que lo confrontará con la miseria, la opresión, la dominación política, económica, cultural y religiosa que la oligarquía chiapaneca había orquestado como herencia de los conquistadores y de los terratenientes contra ese pueblo originario. El joven obispo sufre una conversión radical. Ya en 1968 fue uno de los cuatro oradores (sobre el tema de la pastoral indígena) en la Conferencia de Medellín del Celam, donde manifestó su calibre latinoamericano. Brillará en América Latina como miembro de una camada de obispos que optaron por los pobres del continente, junto a Helder Camara, en Brasil; Leónidas Proaño, en Ecuador, y Óscar Romero, en El Salvador. Será uno de los reformadores de la Iglesia, fundamentando bíblicamente la revolucionaria teología de la liberación que estaba naciendo. Pero aún más, la llevó a la práctica con su pueblo indígena chiapaneco. Aprendió dos lenguas mayas y se transformó en el profeta de su pueblo. Esto le traerá grandes enemistades, persecuciones, aun de aquellos que hoy, después de su muerte, lo ensalzan. Decía de él, y de don Samuel, el obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo: Nosotros unificamos al episcopado mexicano. ¡Todos están contra nosotros! Perseguido por los potentados, los terratenientes, los políticos y hasta por algunos de sus sacerdotes, con indomable brío, con paciencia de indígena, con sacrificio titánico, recorriendo innúmeras veces su diócesis en camioneta, avioneta o a caballo, estaba presente consolando, alentando y dirigiendo a las comunidades mayas. Todas lo tenían por tatik (como el tata de los tarascos que fue Vasco de Quiroga); nombrado por ellos mismos Protector del pueblo indígena. Contra viento y marea, y contra la opinión de muchos en el Vaticano (que como decía San Juan de la Cruz a un hermano observante estricto: ¡Cuídate de ir a Roma, partirás descalzo (reformado) y volverás calzado (corrompido)!), transformó la Iglesia y la sociedad chiapaneca, educó a los líderes indígenas, que de catequistas llegaron a ser diáconos. ¿Qué fueron muchas y muchos comandantes zapatistas sino catequistas de don Samuel Ruiz? Don Samuel creó proféticamente la conciencia de lucha de su pueblo, del cual, por otra parte, aprendió todo. Por ello, en la celebración de su muerte (no es contradictorio que el pueblo reunido junto a su cadáver exultara un cierto espíritu de profundo regocijo), se gritaba, en algunos casos machete en mano: ¡Samuel vive, la lucha sigue!; o aquella crítica a la Iglesia de tantas traiciones: ¡Queremos obispos al lado de los pobres! Esa Iglesia ocupada en la beatificación de su burocracia (cuyo miembro supremo se le vio fotografiado junto a R. Reagan, o a A. Pinochet, y que se encolerizó ante la presencia de un humilde Ernesto Cardenal de rodillas, y sin embargo ministro de Estado de la revolución sandinista, junto al gran cartel en el que se leía en la Plaza de la Revolución: ¡Entre cristianismo y revolución no hay contradicción!

Don Samuel no fue sólo una figura mexicana. Era una personalidad profética latinoamericana, defensor de los derechos humanos de los humildes, de los inmigrantes en toda Centroamérica. Era una figura mundial, recibiendo premios internacionales y doctorados honoris causa en las más diversas y encumbradas universidades en reconocimiento a su pensamiento y a su acción.

Don Samuel es, junto a don Sergio Méndez Arceo, el símbolo más profético de la Iglesia mexicana del siglo XX, y uno de los pastores más importantes de la pastoral indígena en nuestro continente y el mundo. No queda sino alegrarse con el pueblo cuando exclamaba: ¡Samuel vive, la lucha sigue! Como Walter Benjamin escribía, se trata de un mesianismo materialista (si por materialista se entiende cumplir responsablemente con los deberes para con la vida de los pobres y explotados, como los indígenas chiapanecos). Samuel fue heroicamente consecuente con aquél: ¡Tuve hambre y me dieron de comer! (que del Osiris egipcio pasó a Isaías y al fundador del cristianismo, del cual Samuel fue un digno testimonio).

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lunes, 24 de enero de 2011

“Hay más más cantantes de ópera de primer nivel que futbolistas”

Fernando de la Mora

Álamos, Sonora.- El recital que el tenor Fernando de la Mora ofreció la noche del sábado en el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado superó las expectativas de los organizadores. Algo falló, porque antes de comenzar se ordenó el cierre de las puertas del palacio municipal que estaba a reventar, aunque afuera había gente con boleto que no pudo ingresar.

Antes del recital, De la Mora charló con los medios de comunicación y se refirió a la situación de violencia en el país, problema que ha comentado con Felipe Calderón. El tenor afirmó que le dijo al Presidente que está bien que haya una guerra contra el crimen organizado, pero que “lo que no está bien es que no haya un programa paralelo, una campaña mediática exhaustiva, agobiante, en la cual nos inviten a la ética, a la civilidad y nos muestren que el camino está en portarnos bien. Todos los actos que hagamos contra la sociedad o a favor de la corrupción es contra nosotros mismos”.

En víspera de las elecciones del 2012, el músico propuso que la cultura y la educación sean la estafeta de los políticos, por ser “recursos maravillosos. Hay que informar a la gente, educarla, darle la oportunidad”.

Está convencido del efecto que puede causar la música en la sociedad, porque “tiene el poder de emocionar, y el ser humano que se emociona es más probable que se sorprenda y que viva en asombro. El ser humano debe asombrarse todos los días para estar vivo. El ser humano que no se asombra, muere, va en decadencia. El ser humano que tiene a su alcance el conocimiento es más fácil que llegue al gozo, y la música es un vehículo para el gozo”.

Fernando de la Mora aseguró que “el artista no sirve si no emociona. El artista que conmueve y se compromete con el sentimiento es el que trasciende. Si tu objetivo como cantante es impactar con el volumen de tu voz y con la destreza de tu instrumento, vas a sorprender a unos cuantos, pero a la tercera canción ya nadie se va a sorprender. Ortiz Tirado o Pedro Vargas fueron unos grandes guerreros de la emoción, héroes de la emoción”.

Si algo tiene México de primer nivel son cantantes de ópera, dijo más adelante. “Hay más cantantes de ópera de primer nivel que futbolistas. Somos ya cerca de 70 cantantes mexicanos de primer nivel que estamos cantando en los mejores teatros del mundo, y son apenas una decena de futbolistas de primer nivel que están jugando en los estadios más importantes.

“Si queremos mostrar la grandeza de nuestro país deberíamos volver los ojos a la cultura y a la música. Por eso son importantes este tipo de festivales, nos dan la oportunidad de regocijarnos en la buena música mexicana, así como dar la oportunidad a unas buenas voces jóvenes que pueden tener un futuro en este género maravilloso y poner el nombre de México muy en alto.”



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domingo, 23 de enero de 2011

Sicarios adiestrados por EE UU

JUAN JESÚS AZNÁREZ

La Embajada norteamericana en México examinó sus archivos ante los rumores de que militares mexicanos adiestrados por Estados Unidos son ahora miembros del cartel los Zetas, caracterizado por la virulencia de sus ataques. Los diplomáticos nada importante descubrieron en su base de datos, pero "otras fuentes de inteligencia" consultadas por la legación identificaron a Rogelio López Villafana, un ex militar del Ejército mexicano, entrenado por EE UU, reclutado a la fuerza por los Zetas y, más tarde, implicado en un plan para asesinar al ex Fiscal General adjunto, José Luis Vasconcelos. Fue detenido. La revelación viene contenida en un cable (221688), emitido en el 2009.

Washington ha entrenado, en México y en EE UU, a 5.000 militares mexicanos desde el año 1996, incluyendo miembros de las Fuerzas Especiales, en las que sirvieron destacados miembros de los Zetas. La comprobación de la Embajada se efectuó con las limitaciones propias de una banda que, lógicamente, no publica el nombre de sus integrantes. La legación redactó una lista con todos los Zetas detenidos, muertos e identificados y cotejó sus identidades con los nombres y apellidos de los 5.000 militares acogidos a los programas de entrenamiento.

López Villafana recibió adiestramiento contra el narcotráfico en Fort Bragg, y el Ejército mexicano comunicó a la Embajada que López se retiró de sus filas en el año 2007 después de 20 años y ocho meses de servicio. El interés y dedicación de la Embajada en confirmar el posible cambio de bando de militares entrenados por EE UU demuestra hasta qué punto es grave la infiltración del delito organizado en instituciones y cuarteles.

"Desde el momento en que no podemos conocer el nombre de cada soldado mexicano que se ha pasado a Los Zetas, no podemos rechazar categóricamente esta posibilidad", dice el cable. "Es imposible garantizar que cada soldado mexicano que reciba nuestro entrenamiento en el futuro no vaya a pasarse al delito organizado. No obstante, confiamos en que la legislación que condena a 60 años de cárcel a los soldados que han sido cómplices del delito organizado será una útil herramienta disuasoria".

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El FBI interroga a sus anchas a los inmigrantes en territorio de México

JUAN JESÚS AZNÁREZ

El Gobierno de Felipe Calderón permite que la policía norteamericana interrogue directamente a los miles de indocumentados detenidos en México, según los documentos confidenciales del Departamento de Estado. Los sin papeles atraviesan el país rumbo a la frontera con Estados Unidos: 3.326 kilómetros de línea divisoria y diarias entradas ilegales dirigidas por los contrabandistas de personas, los coyotes.

México es un país muy nacionalista donde la intervención de terceros causa fricciones políticas y sociales, pero los cables de los diplomáticos norteamericanos revelan que el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) autorizó que los indocumentados fueran interrogados por el FBI y otras agencias de seguridad a requerimiento de las autoridades norteamericanas, obsesionadas con la posibilidad de que el terrorismo internacional aproveche la porosidad de la frontera para atacar EE UU.

Los sin papeles detenidos son recluidos en centros de detención de inmigrantes antes de su puesta en libertad o deportación a sus países de origen, mayoritariamente en América Central, pero también de otras muchas nacionalidades. Según los documentos, los cuerpos de seguridad norteamericanos implicados en lucha antiterrorista consideran anárquico el funcionamiento de los servicios de inteligencia mexicanos y se muestran irritados por la corrupción institucional. "En lugar de concentrar a los detenidos [inmigrantes indocumentados] en una instalación cerca de la capital, las autoridades migratorias detienen y liberan a los detenidos en el mismo lugar donde los encontraron", lamenta la Embajada en un informe (154291) enviado al subdirector del FBI (Oficina Federal de Investigación) John S. Pistole poco antes de su viaje a México en 2008.

Una frontera peligrosa


No cita el cable el motivo de buena parte de las detenciones: la extorsión de los indocumentados, liberados a cambio de pagos en efectivo o en especie. Las quejas norteamericanas sobre irresponsabilidad policial tuvieron su efecto. "El CISEN, que es nuestro principal interlocutor en la lucha antiterrorista, ha permitido a funcionarios del Gobierno de EE UU entrevistar a los extranjeros detenidos en los diferentes centros de detención desplegados por todo el país para recabar potencial información sobre terrorismo". EE UU considera que la extensión de su frontera sur con México y el escaso control policial ejercido por la policía mexicana sobre el intenso cruce de personas y mercancías lo convierte en un país adecuado para los grupos terroristas dispuestos a lanzar un ataque contra su territorio.

"Un caos rampante, la generalizada corrupción y la incapacidad del Gobierno para combatir esos fenómenos han sido percibidos como unas preocupantes amenazas por quienes buscan en nuestra frontera sur signos de potencial infiltración terrorista", comunica la Embajada al subdirector del FBI. El presidente Calderón, según se precisa, está tomando medidas contra ese desorden, con el despliegue de 40.000 soldados, entre otras medidas, pero su Gobierno "tiene otra mirada" respecto a los asuntos de seguridad que interesan a EE UU. Su ofensiva contra el delito organizado desencadenó "violentas luchas dentro de los carteles, así como ataques a los cuerpos de seguridad y un número récord de muertes relacionadas con el narcotráfico". Más de 15.000 personas perdieron la vida el pasado año en muertes relacionadas con el narcotráfico, casi el doble que en 2009; y entre 2006 y 2009 los diferentes cuerpos policiales detuvieron a 99.115 personas en su cruzada contra las drogas.

El embajador en México, Carlos Pascual, alertó sobre el pobre aprovechamiento de los servicios de inteligencia mexicanos, en un informe (233964) noviembre de 2009 remitido al Departamento de Estado. Cita la desconfianza, los celos y la rivalidad entre los diferentes aparatos de inteligencia nacionales como sus principales vicios. No es la primera vez que la legación diplomática denuncia esa descoordinación pero en esta ocasión constata la falta de interés de altos funcionarios en su erradicación "En una reciente entrevista con funcionarios de la Embajada, el Secretario [ministro] de Defensa, Guillermo Galván, demostró escaso interés en reforzar la cooperación con otras agencias".

Para EE UU es fundamental aunar esfuerzos, pero a la espera de que así sea, pide a México acelerar el paso contra la corrupción y propone la creación de una policía interna para descubrir a los agentes vendidos al delito, y la utilización del polígrafo en las unidades policiales con información y misiones de envergadura. La situación es alarmante puesto que la mafia esquiva frecuentemente a la miríada de organismos que participa en la lucha contra el narcotráfico, entre ellos la Secretaría de Defensa y la Marina, el CISEN y la Secretaria de Seguridad Pública ( ministerio del Interior) junto a la Procuraduría General de la República (Fiscalía General) y la Policía Federal. Los 31 Estados de la República y el Distrito Federal, sede de la capital de México, también cuentan con servicios policiales y de información propios.

Carteles violentos

Por definición, el CISEN debiera auxiliar, coordinar tareas y procesar la información de otras agencias, pero carece de la capacidad para hacerlo, al toparse con los militares. Sin el liderazgo del CISEN, que pugna por conseguirlo, los servicios de inteligencia que persiguen a narcotraficantes, secuestradores, traficantes de armas, personas y dinero rinden cuentan a sus propios jefes, que administran la información a conveniencia o la subastan. Los carteles atrincherados en Chihuahua, Sinaloa y Tamaulipas son especialmente violentos y utilizan cualquier medio para conservar sus feudos.

El presidente Calderón dijo a tres legisladores norteamericanos que está convencido de que los carteles mexicanos "tienen poderosos lazos en EE UU, y un día podrían llegar a usar las agresivas técnicas de aquí contra la policía norteamericana, a menos de que [México y EEUU] triunfen en la lucha común contra el delito" (cable 201431) . Sin entrar en detalles, advirtió que el uso de la tortura y la mutilación demuestra la determinación de los narcotraficantes en la preservación de sus negocios. Calderón aludió a informes sobre un plan de los carteles para derribar su avión con un lanzacohetes, compló publicado en su día por la prensa mexicana.

Las filtraciones de policías corruptos sobre operaciones en marcha y el subdesarrollo del espionaje nacional son mencionados como causa de muchos fracasos. No sorprende pues que la carencia de información de inteligencia obligue, para paliar el fallo, al masivo despliegue de soldados y policías sobre los objetivos a batir. Todo son problemas pues el delito organizado dispone de informantes dentro de los propios organismos de seguridad. "La desconfianza entre (y dentro) de las instituciones del Gobierno mexicano", es uno de los principales problemas, subraya el cable de Pascual, que alude al arduo reto asumido por la Administración mexicana.

El Ministerio de Defensa, por ejemplo, ha constituido unidades de inteligencia sobre los capos de la droga con información y análisis que no comparte con los destacamentos castrenses establecidos sobre el terreno en Ciudad Juárez y otras poblaciones. Los pelotones locales suelen actuar avisados por algún chivatazo, sin servicios de inteligencia profesionalizados, y se acercan al lugar señalado prácticamente a ciegas. Las unidades de inteligencia del Ejército sospechan que comandantes domiciliados en los feudos de las mafias sirven a los narcos a cambio de fuertes sumas

La Fiscalía General y el Ministerio del Interior también dudan de la probidad de su gente en varios estados. "No hay general que resista un cañonazo de 50.000 pesos", suele decirse en México y otros países latinoamericanos. La corrupción es tal que el ex jefe de la Seguridad de Ciudad Juárez fue detenido en Tejas con una tonelada de marihuana en su poder, según reveló el presidente Calderón en otra reunión. Tres meses después del envío al Departamento de Estado del informe diplomático sobre el anárquico funcionamiento de los servicios de inteligencia, Calderón solicitó ayuda a la secretaria de Seguridad Interior norteamericana, Janet Napolitano (cable 249280) , para poner orden en Ciudad Juárez, con un millón y medio de habitantes, ciudad fronteriza convertida en emblema del delito .

El caso de Ciudad Juárez


Concretamente pidió la entrada en liza del Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC), población norteamericana situada frente a Ciudad Juárez, al otro lado del Río Bravo. Napolitano respondió que el EPIC podía identificar los objetivos, pero el despliegue militar y policial, "capaz de supervisar todos los bloques de viviendas" debía corresponder a México. Durante esa reunión, el presidente reconoció que el cartel de Juárez controlaba la ciudad, pero el cartel de Sinaloa llegó más tarde reclamando su parte, lo que condujo a cruentos choques entre las bandas y al reclutamiento de sicarios. Calderón, en su encuentro con legisladores de EE UU relacionados con temas de inteligencia y armamento, reconoció que los arsenales del narcotráfico son poderosos: en sólo dos años, entre 2007 y 2009, fueron incautadas 15.000 armas, incluidos lanzamisiles, fusiles de asalto AK-47 rifles Barrets, para francotiradores, de 50 milímetros, así como otras de grueso calibre. Los carteles las usan para enfrentarse a los Gobiernos locales, intimidar a los policías con su gran capacidad de fuego, y combatir a las bandas rivales. En algunos casos, usaron equipos de visión nocturna y material similar al empleado por el ejército de EE UU.

La corrupción complica gravemente el compromiso personal confesado por Calderón en sus entrevistas con autoridades norteamericanas: acabar su gobierno "dejando atrás una policía, una marina, un ejército y una fiscalía general limpia y creíble. Pero para eso necesita el apoyo de las autoridades locales y gobernadores, y no todos están igual de comprometidos".

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viernes, 21 de enero de 2011

“A fuerza querían que dijera que era zeta”

Sanjuana Martínez

Monterrey, NL. Nosotros te vamos a arreglar la columna, cabrón, le gritaron a Daniel Rodríguez Morales, cuyas piernas no le respondían y era cargado por dos marinos al entrar a lo que parecía un gimnasio. Lo colgaron de las manos. Desnudo, con los ojos vendados. El golpe inicial de una tabla de madera en las nalgas lo hizo estremecerse de dolor. Luego siguieron las quemaduras en todo el cuerpo, las patadas en la columna vertebral, los puñetazos en las costillas... Aguantó el tormento físico en silencio para no darle gusto a sus verdugos que le exigían que gritara. Apretó las quijadas y los dientes hasta que lo intentaron ahogar con una bolsa de plástico. En ese momento emitió un grito desgarrador. Un golpe seco en la nariz y en la frente lo llevó a la oscuridad reparadora de un desmayo momentáneo. Al despertar, los torturadores lo esperaban para continuar con su tarea, la cual duró tres días.

“Di que la Marina te rescató –le exigían sus captores. Di que eres zeta, que vendes droga, que eres del crimen organizado”. Daniel se rehusaba. No podía aceptar someterse a una mentira: “Pensaba que me iban a matar. Éramos varios. Sólo oía los gritos y el llanto de otros. Me decían: ‘ya se nos murió uno. ¿Quieres ser el próximo? Coopera’. Cuando me iba a derrumbar tomaba fuerza pensando en mis dos hijos, en mi mamá, en mis hermanos. Quería despertar. Quería que se acabara aquella pesadilla.”

Integrantes de la Armada de México lo detuvieron el 15 de octubre por la mañana en la calle Uranio, colonia San Pedro 400. Ocho marinos entraron a su casa sin orden de cateo y se lo llevaron sin orden de detención: “Nunca dijeron a quién buscaban, sólo me agarraron de la camiseta y me la pusieron en la cabeza, me estiraron del escapulario de San Judas Tadeo que traía en el cuello y me abrieron la cabeza de un cachazo. Desperté cuando me bajaron entre dos. Me torturaron durante tres días. No me dieron de beber ni de comer; no me permitían dormir. A fuerza querían que dijera que era narco”.

Daniel habla mientras camina con mucha dificultad. Usa bastón. La mañana es luminosa. El sol brilla en el patio del penal de Apodaca, Nuevo León. Su madre, Blanca Eva Morales, le ha traído carne con mole y arroz para almorzar. Su hermano Víctor está sentado en la mesa esperándolo. Han pasado tres meses de la tortura y las secuelas se traducen en intensos dolores que mitiga con las medicinas que su familia le trae cada semana: “Estoy desesperado, deprimido, hundido. No hice nada y aquí estoy por un montaje de la Marina. Me fabricaron delitos. Me sembraron pruebas. Alteraron todo. Dicen que me detuvieron en otra parte. Me convirtieron en zeta. Sacaron un comunicado y mi nombre está en Internet. Soy inocente. ¿Qué va a pasar cuando salga de aquí? ¿Cómo voy a recuperar mi buena reputación? ¿Cómo voy a conseguir trabajo? Me han destruido”.

La entrada de periodistas al penal para ver a Daniel no está permitida. Su caso, como el de otros nueve presos, es considerado como un asunto delicado. Esta reportera entró a través de los controles de visita familiar, con una cita previamente acordada con el interno: Mi mamá intentó que otros medios denunciaran lo que me pasó, pero nadie quiso por tratarse de la Marina. La gente le tiene mucho miedo a los marinos; yo en cambio les tengo coraje. No es justo lo que me hicieron, comenta y muestra las huellas de torturas en las fotos tomadas por su madre cuando lo presentaron ante el juzgado quinto federal.

El montaje

¿Quieres abecedario o las vocales?, le preguntaban los torturadores a Daniel. Se trataba de darle un tablazo por cada letra: “Querían que me quebrara. Me dejaban tirado en el piso. Apenas me mojaban los labios con agua. Nunca pude ver el lugar, pero parecía un gimnasio. Cerca había unos baños. Recuerdo el olor y hasta allí me llevaban. Nunca dejaron de golpearme. El tercer día me dijeron: Mucho cuidado con hablar y contar algo. Si lo haces, mataremos a tu familia.

La Secretaría de Marina tiene su destacamento en instalaciones deportivas ubicadas en avenida López Mateos. Tres días después del operativo en la calle Uranio, colonia San Pedro 400, emitió un comunicado donde señalaba que había detenido a 10 hombres pertenecientes a un grupo del crimen organizado, concretamente a Los Zetas. El documento decía que en la operación aseguraron dos AK47 (cuerno de chivo), un fusil ametralladora M-1 calibre 30, dos armas cortas, 111 cartuchos de diversos calibres, 220 dosis de cocaína, 440 dosis más de crack, 80 gramos de mariguana, un vehículo y equipo de comunicación.

Cuando la Marina presentó a los 10 detenidos ante la Procuraduría General de la República el Ministerio Público se sorprendió: “Se quedó asustado al ver lo golpeado que estábamos. Nos dijo: ‘Cómo los han dejado’. Pero nadie intercedió por nosotros. Yo traía el ojo derecho cerrado por los golpes. En las heridas de las muñecas traía pus. No podía caminar. Estaba muy adolorido. En ese momento conocí a los que supuestamente eran mis cómplices”, cuenta Daniel.

Para su sorpresa, Daniel descubrió que no era el único inocente acusado falsamente por la Marina. En el penal se fue familiarizando con cada uno de los detenidos que componían la supuesta célula de Los Zetas. Cuenta que tres fueron sacados por los marinos de un taller mecánico cercano a su casa en San Pedro; otros tres lavachoches los detuvieron en el estacionamiento del supermercado Soriana y dos eran camioneros que fueron detenidos una noche antes en un enfrentamiento que ocurrió en Santa Catarina, donde murió un marino. Ambos se resguardaron de la balacera en la tienda de una gasolinera: Un trailero trabaja en Vitro y llevaba la carga. Tiene todos los documentos que avalan el recorrido que hizo. Iba a Tepic, de donde es. El otro trailero es de Querétaro. Los tres compartimos celda.

Todos han tenido la oportunidad de contarse sus historias y cotejar los datos con los que cuentan. El proceso que se les sigue es por pertenencia al crimen organizado. La Marina no se ha presentado en las pasadas dos citas jurídicas: Todo fue un montaje. Fueron levantando inocentes por puro coraje, porque les mataron a uno de ellos y querían presentar a los culpables de cualquier manera. Ahora saben que el caso no se sostiene. No tienen nada de lo que dicen. Hay muchas contradicciones en el expediente.

Daniel es un gran amante de la música. Y ha trabajado como DJ en bares y discotecas. Estaba desempleado desde hacía unos meses, intentando recuperarse de sus problemas de columna. Su madre lo ayudaba económicamente: Lo único que quiero es salir de aquí y olvidarme de todo. No he dejado que mis niños me vengan a ver. No lo soportaría. Sólo pienso en abrazarlos y estar nuevamente con ellos, dice llorando.

Madre Coraje

Blanca Eva Morales tuvo cinco hijos. Al nacer el último, con una deficiencia mental, su esposo la abandonó. Eso fue hace 18 años y desde entonces los ha sacado adelante: Yo vendo zapatos, ropa, trabajo todos los turnos que haga falta porque no quiero que anden mal vestidos ni que les falte nada, dice mientras sirve el mole y anima a Daniel a comer.

Tiene los ojos verdes. Lleva recogido el pelo en una coleta. Usa pantalón de mezclilla y camiseta. Parece una mujer enérgica, pero su cara amorosa se expone en cuanto mira a Daniel. Todos los días que puede viene a verlo a la cárcel. Le trae despensa, medicinas, cobijas, ropa, calzado: No puedo dejar que se me venga abajo.

Recuerda la angustia que padeció mientras el joven estaba desaparecido y el vía crucis judicial de estos últimos tres meses. Se limpia las lágrimas. Da un trago al refresco y dice: “Fui y me paré a la Marina hasta que apareció. Les gritaba. Los escupía. Les decía: ‘Deténganme a mí, desgraciados. Si me lo matan, no se la van a acabar”. Yo sabía que lo estaban torturando. Allí estuve día y noche. Me tomaban por loca. Yo pensé: si me lo entregan va estar bien golpeado. Me lo van a dejar peor de la columna. Tal vez tenga que volver al pañal y la sonda, pero no me importa. Si me lo matan, lo van a desaparecer”.

Blanca es policía y conoce los entresijos del sistema judicial: Fui viendo los detalles del expediente. Todo se cae por sí solo (...) Me entró mucho coraje. Fui y hablé con la directora de la Comisión Estatal de Derechos Humanos y no quiso hacer nada. Le pedí ayuda a mucha gente. Nadie quiso hacer nada. Todo mundo le teme a la Marina. Yo no.

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sábado, 15 de enero de 2011

Las "vidas perdidas" de El Gato González

Juan Manuel Vázquez

Las noches en prisión son profundas como un sueño. Un sueño intranquilo del que se despierta agotado. Las noches y los días se estancan en el tiempo de la prisión. Da igual que sea domingo o lunes o martes en ese pantano monótono donde vive atrapado el ex boxeador Rodolfo El Gato González, detrás del portón gris de una fortaleza color salmón, el Reclusorio Oriente, en Iztapalapa.

Afuera sopla el viento que arrastra el polvo en lo que antes fueron páramos y hoy cubre un populoso barrio; a un costado los autos transitan por el anillo Periférico; adentro hay un laberinto de pasillos angostos, rejas, paredes altas, alambre de púas y controles con guardias, cuyos rifles cuelgan aburridos y amenazantes, como ellos mismos.

La cárcel es un mundo pequeñito, dice El Gato, y cierra un puño lleno de cicatrices; deja un hueco en la palma de la mano. "Es así, otro mundo, distinto al de allá afuera", dice mientras entrecierra un ojo para mirar a través del túnel que forma con su mano. "Aquí todo es angustia, soledad y desesperación", afirma.

"Aquí hay que estar activo para sobrellevar los días; jugar a ignorar la cárcel para no estar pensando tonterías y no estar ahí nomás, acostadillo", señala en entrevista con La Jornada el ex púgil, cuya trampa al tiempo dentro del reclusorio consiste en impartir clases de boxeo.

El gimnasio de El Gato es un patio flanqueado por un bloque gris de paredes descarapeladas –uno de los ocho dormitorios que tiene el reclusorio–, junto a un pasillo oscuro con enrejado azul del que cuelga ropa interior, calcetines y ropa beige reglamentaria. Justo a un costado de una galería de tiendas improvisadas con palos y plásticos, tendederos, más ropa colgada.

Todo el reclusorio parece ropa beige tendida al sol. Ahí, bajo un rótulo con el rostro de David Beckham, El Gato enseña a internos sentenciados o con proceso abierto por diversos delitos los secretos del deporte que lo elevó a la fama durante la década de los 80, cuando estuvo cerca de convertirse en campeón del mundo.

Lo habría conseguido si la desventura de ser El Gato González no lo hubiera perseguido toda la vida.

Crimen "a domicilio"

La madrugada del 5 de octubre de 2007 un hombre yacía muerto en la habitación de una casa de la colonia 20 de Noviembre. El pasillo que conducía a la estancia estaba regado de sangre. Había otro hombre inconsciente en el suelo. Murió horas más tarde. Ambos perdieron la vida a consecuencia de los golpes que recibieron. Uno más había sobrevivido. Ese domicilio pertenecía al ex boxeador Rodolfo El Gato González. La puerta quedó abierta por la premura de la huida.

Cuando la policía llegó, sólo encontró los vestigios de una noche tensa, botellas desperdigadas, una casa revuelta, un cadáver, un hombre agonizante y otro seriamente golpeado pero sin riesgo de muerte.

El Gato, aterrado y todavía con los estragos del alcohol encima, había escapado con lo que llevaba puesto. Durante seis meses estuvo a salto de mata. Con la barba crecida y el pelo largo, vivió como un indigente empujando un carrito con unas cuantas pertenencias. Dormía en las calles, comía lo que le regalaban en los mercados.

–Andaba en la calle todo mugroso, todo chilapastroso, para que no me reconocieran; es feo, porque era El Gato, pero de basurero... después de ser un Garfield –dice en alusión al felino perezoso de las tiras cómicas estadunidenses–, me convertí en gato de basurero –bromea pero sin mostrar algo que pueda confundirse con una sonrisa. Las bromas del ex boxeador saben amargas.

Evadió por un tiempo la cárcel, pero la hostilidad de la vida callejera y la incertidumbre de que tarde o temprano la ley le daría alcance se le hicieron insoportables. En un arrebato de desesperación decidió poner fin a ese calvario y regresó a la casa donde seis meses antes se le descompuso la vida.

La policía hacía guardia, confiada en que un asesino regresa a la escena del crimen: "Yo me presenté solo", confiesa el Gato: "Cuando llegué, luego luego me agarraron". Al otro día los diarios daban la noticia de su arresto, acusado de doble homicidio.

–Me pintan como si fuera un monstruo. Que yo maté a dos, que a tres... si yo no soy Supermán. Es cierto que estuve tomando esa noche, no lo niego; se encontraban en mi casa, de acuerdo; pero como se estaban peleando entre ellos y no pude calmarlos, me fui con mis botellas a beber a otro lado.

"Yo no estuve cuando pasó eso: cuando regresé ya vi todo. ¡Por qué me incriminan!", insiste el Gato con la voz destemplada por repetir tantas veces la misma historia sin éxito. Fue encarcelado y más tarde sentenciado a 30 años de prisión.

“Así, ya para qué salgo: tengo 52 años, ya no tiene caso. Es como si me dieran cadena perpetua, mejor ya me muero… está muy cabrón”, resopla y la voz se le apaga hasta hacerse casi imperceptible. Por primera vez parece un hombre vulnerable, con la mirada perdida en algún punto de sus manos cicatrizadas.

Algunos personajes solo pueden entenderse bajo la luz de ciertos acontecimientos que marcan sus vidas. A Rodolfo González parece que todo se le descompuso en un accidente automovilístico, como si a partir de ese percance, en el que lo dieron por muerto y sus cuatro acompañantes perdieron la vida, también quedara destrozada su fortuna. Desde entonces, y con la temeridad de un felino kamikaze, el Gato gastó cada una de sus siete vidas.

La cartografía del sufrimiento

En Rodolfo González hay un litoral de carne herida, una cartografía de sufrimiento surcada por cicatrices y tatuajes. Accidentes, peleas y mala suerte dejaron huellas en el cuerpo correoso del casi tres veces campeón.

Los grabados en la piel también son marcas de dolor, recuerdos de lo perdido: el nombre de la esposa inquebrantable, los hijos, los padres muertos. Y también los símbolos que representan las fuerzas que lo mantienen vivo: los felinos y los guantes de boxeo. Los ojos del Gato son chicos y negros.

Parecen todavía más pequeños por las cejas aplastadas y casi peladas a golpes en el cuadrilátero; tiene un aspecto de animal desvalido, con esa mirada triste con la que los tigres ven a los visitantes de los zoológicos.

El cabello cortísimo, tipo militar, brilla por las canas. "Antes no tenía, pero en los últimos años, cómo me han salido", dice con un suspiro demasiado largo.

Espera recargado en un pilar del área administrativa del Reclusorio Oriente y de pronto reacciona y se acerca tímidamente: "Gracias por acordarse de mí". Lo dice con una alegría que apenas puede disimular.

En una oficina prestada relata esas historias inverosímiles que cobran absoluto realismo al contrastarlas con el cuerpo lastimado del testigo. Ofrece asiento y ocupa una silla en el despacho con muebles viejos y destartalados. Es demasiado cortés.

El Gato espera con la impaciencia de un niño la oportunidad de contar su vida, o sus vidas, porque la biografía de Rodolfo González está repleta de experiencias anómalas que un ser humano cualquiera no habría sobrevivido. "He tenido suerte", suelta con un optimismo incomprensible el ex peleador que ha mirado siete veces a la muerte: "Creo que ha de ser por algo, por eso estoy vivo".

La resurrección

Era noche de fiesta en la vecindad donde vivía la familia del Gato González, en 1981. Como casi todo boxeador novato tenía una aspiración por la que peleó hasta conseguirla: regalar una casa a su madre. Antes de salir hacia el nuevo domicilio Rodolfo pidió que se organizara una comida para despedirse de los amigos del barrio.

“No se lleve nada –sugirió a su madre–, regale a la gente de la vecindad todo lo que necesiten, que al fin son puras cosas viejitas, allá vamos a llegar con puras nuevas.”

En aquel entonces el único lujo de González era un Mustang amarillo, en el que montó para buscar a cuatro amigos que había invitado a la reunión de despedida, pero en el trayecto de regreso chocó contra un camión pesado.

Los acompañantes murieron al instante. El Gato… aparentemente también. Los servicios de emergencia lo trasladaron a la morgue del hospital de Xoco.

Estuvo en la plancha forense cubierto con una sábana junto a los cadáveres de sus amigos. En esa atmósfera con los olores que recuerdan a la muerte, el padre del boxeador acudió a identificar el cuerpo; le descubrió el rostro y el viejo se deshizo en llanto.

"Sí es, arreglen los papeles para que nos lo llevemos", apenas pudo balbucear. De entre los muertos, el Gato González emitió un profundo y espectral lamento. "¡Ayyyyyy!", apenas se escuchó y el padre del peleador dio la voz de alarma: "¡Esta vivo, está vivo, mi hijo está vivo!"

El milagro no dejó intacto al peleador. Las secuelas fueron demasiado graves: una mano rota por la mitad, luxación de cadera y el primero de varios derrames pulmonares –esta vez en la parte izquierda.

Tardó año y medio en recuperarse y, después de varias cirugías, estuvo listo para volver a subir al cuadrilátero. Quizá la peor parte de este percance fue que a partir de entonces la vida del Gato González se fue cuesta abajo.

Tras el accidente en el que fue dado por muerto la carrera del pugilista parecía que había recuperado el camino: consiguió disputar, aunque sin éxito, el título de los superligeros ante el napolitano Patrizio Oliva, en 1987.

Un año más tarde tuvo la oportunidad que espera todo boxeador: enfrentar a un campeón mundial en la cima del éxito, el estadunidense Roger Mayweather. Todo estaba listo para tocar el parnaso de los que escriben a golpes de puños.

Una semana antes, mientras manejaba su auto rumbo a su casa, sufrió un incidente con un vehículo de transporte colectivo. El Gato descendió de su coche y empezó a discutir con el otro conductor. Las palabras subieron de tono y no tardaron en lanzarse los primeros puñetazos.

Alguien se deslizó sigilosamente hacia la espalda del boxeador y le asestó una puñalada. "Me dejó ir la daga y me atravesó el pulmón izquierdo", dice Rodolfo mientras hace una contorsión para mostrar por dónde el acero entro en su cuerpo: "Dicen que también ya iba muerto; yo no supe nada".

Cuando recobró el conocimiento estaba en el cuarto de un hospital en el que pululaban los reporteros que esperaban la primicia de la muerte del Gato.

“Escribieron que me habían dado 12 puñaladas. Si fue una… sólo con esa tenía”, dice sarcástico y por primera vez su broma lo hace sonreír.

Volar con una moto

A Mayweather lo enfrentó el 22 de octubre de 1988; perdió por decisión. Tal vez con la decepción de quedarse a medio camino del éxito, poco después manejaba completamente borracho su motocicleta.

Señala que quería volar, en un acto desesperado por alcanzar la gloria que se le negó en el boxeo. No vio cuando se le cruzó el autobús de pasajeros contra el que estrelló la moto. El Gato salió rebotando como una pelota de carne. Otra vez la sirenas de emergencia y los trayectos en ambulancia.

"Todavía el chofer me estaba cobrando una lámina que se rompió. Sólo tuve derrame pulmonar; ahora en el derecho", dice aliviado ante el descanso del maltratado pulmón izquierdo.

La muerte y la resurrección del pugilista continuó en episodios que ponen a prueba la imaginación más desaforada. Con esos antecedentes de que a cada paso al Gato podía sobrevenirle el apocalipsis, la prudencia debió ser su arma de supervivencia.

No para Rodolfo. Sólo a él le pareció una buena idea subir seis metros para atrapar un pequeño loro para regalar a su madre, aunque algunos aseguran que su verdadera intención era robar los huevos de un nido de pájaro.

Llegó a la cima. La rama en la que se sostenía no resistió y con un crujido estrepitoso se vino abajo. Terminó en el pavimento, inconsciente y tendido en un charco de sangre.

¿Y qué creen? Otra vez derrame pulmonar.

El Gato sabe que ya resulta increíble cada anécdota que sale de la bolsa turbia de su pasado y estalla en una carcajada: "Fue del lado izquierdo... ah, no es cierto, fue del derecho. ¡Siempre los pulmones! Yo creo que, al final, de eso me voy a morir, ¿verdad?"

Le llovía la mala fortuna

De eso o del vidrio que literalmente le cayó del cielo, cuando una daga transparente se desprendió de una ventana y estuvo a punto de matarlo. Una cicatriz de más de 20 centímetros en un costado le revive el incidente. "No, mi vida era un de-sas-tre", remarca mientras sacude la cabeza como si tampoco él pudiera creerlo.

Para el Gato hasta un día de supermercado era potencialmente una situación de riesgo. En 1990, durante un asalto recibió un balazo en la rodilla mientras hacía las compras en Aragón

"Cuando intenté caminar me salió un chorro de sangre. Estaba quieto, sin decir nada porque me preocupaba que mi familia estuviera espantada."

Hace una pausa, porque cuando habla de su familia las palabras se le atragantan. El dolor le recuerda de pronto que una broma en 1995, conduciendo un Corvette a gran velocidad en la carretera, terminó en una volcadura. En el auto viajaba su familia. Todos salieron ilesos.

Dice que fue buena suerte, porque a pesar de todo cree en ella. Lo expresa con su colección de amuletos y objetos que lo acompañan. Un dije con la cabeza de un tigre de jade, del que supone recibe la fuerza y agilidad de un felino, collares de santería y, sobre todo, el tatuaje de un trébol de cuatro hojas.

–¿Cómo entender la idea de la buena suerte con una biografía como la suya?

"Pues por eso. Creo que si no tuviera buena suerte... ya estaría muerto, ¿no?", indica mientras acomoda en su billetera la oración del justo juez. En la tarjeta se lee: "Las personas que cargan este cuadernillo serán liberadas de cualquier peligro en que se vean".


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