viernes, 29 de mayo de 2009

NACIONALISMO vs PRIVATIZACIÓN

La dependencia ha llevado al país para abajo en desarrollo

Abandonar el nacionalismo y dejar al país sin nada, un crimen

El historiador y autor del libro Las raíces del nacionalismo petrolero en México explica la lucha que se da entre los nacionalistas y los privatizadores. Por desgracia, advierte, son estos últimos los que tienen el poder y confían en el desgaste de sus adversarios para dar el golpe a Pemex

Roberto González Amador

La clase política mexicana y la elite del poder echaron por la borda el nacionalismo. Prometieron, pero no cumplieron, un país moderno, globalizado, integrado al mercado mundial. La pregunta que se hace el historiador Lorenzo Meyer es si, tres lustros después de que un nuevo modelo de desarrollo fue impuesto, México va mejor.

Lo que ganamos es dependencia. Irnos para abajo en el desarrollo, plantea Meyer, profesor e investigador en El Colegio de México. Decisiones políticas, tomadas desde inicios de la década pasada, unieron a México con Estados Unidos, al menos en el plano económico. “Para nosotros, cada año que pasa sin crecimiento apropiado (6, 7 por ciento anual) lo hemos perdido. Y nos dicen: ‘espérense, ya para el 2014 o 2015 la cosa habrá cambiado. ¿Ese es el proyecto nacional? Pues qué pobre proyecto’”.



Procedente de las prensas de editorial Océano, a principio de este año, Las raíces del nacionalismo petrolero en México, un trabajo que salió a la luz por primera vez en 1968 bajo el título de México y Estados Unidos en el conflicto petrolero, 1917-1942. En la nueva batalla por el petróleo mexicano, conocer los orígenes y razones del esfuerzo nacionalista es una manera de contribuir a poner en claro la dimensión del reto al que México se ha vuelto a enfrentar, dice el autor en la presentación de la obra. Un tema en el que abunda en una entrevista con La Jornada.

–¿Cuál es ese reto al que alude en la presentación de su libro?

–El reto es que la clase política mexicana y la elite del poder mexicana han decidido desde 1980 que realmente el nacionalismo tal y como se fue formulando en México desde el siglo XIX ya no es necesario, que es un problema y un obstáculo al México que ellos han prometido, pero que no han logrado: un país muy moderno, integrado al mercado mundial y a la globalización. Y según esa elite, estos fantasmas del pasado, como tener el control directo del petróleo, no ayudan, son adherencias históricas que ya debieron de haberse quitado.

Para el historiador, justamente ahora, en 2009 queda claro y transparente que hay una serie de errores en ese cálculo. En primer lugar, la globalización no trajo lo que prometió; si el momento cumbre es la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1993, pues llevamos ya 16 años y esta economía no sale y 16 años en el siglo XXI es como un siglo de hace 200 o 300 años. Así que, plantea, echaron por la borda el nacionalismo pero ¿nos fue mejor?

Lorenzo Meyer abunda: “El nacionalismo ha sido usado de manera muy demagógica, pero hay de nacionalismos a nacionalismos y el petrolero fue del real, porque obligó no solamente a su gobierno, sino a su sociedad a enfrentarse a Estados Unidos y Europa y, lo que es más importante, a tener éxito. Son tan poquitos nuestros éxitos, los realmente grandes se pueden contar con los dedos de una sola mano. Éste es uno de ellos y el año pasado –cuando el gobierno planteó una reforma que permitía capital privado en la industria–se dijo que esto ya no era importante”.

“Está bien. Si ese ya no es un elemento importante para la elite del poder, ¿cuál lo sustituye? ¿La existencia de una sociedad justa e igualitaria, como podría ser el orgullo de los países escandinavos? ¿La existencia de un sistema político realmente democrático, como podrían ser todos los de Europa occidental? ¿La existencia de un sistema de justicia realmente justo, donde ricos o pobres reciban exactamente el mismo trato y la justicia brille? ¿Cuál? No tenemos ninguno. ¿Un sistema educativo que, aunque no seamos una gran potencia como Finlandia, se pueda decir: ‘aquí mis niños saben sumar, restar, multiplicar, álgebra y escribir y conocen su idioma’. ¿Ese? Pues tampoco. Entonces, si nos quitan el nacionalismo petrolero y no nos dan nada, me parece entre un crimen y una estupidez. Un crimen, una estupidez y una traición, un poquito de todo o todo junto”.

–En otra parte del libro se refiere a una suerte de tensión que prevalece entre nacionalistas y privatizadores.

–Subsiste, desde luego. Se abatió un poco porque los más nacionalistas lograron detener a la parte más privatizadora. Pero los privatizadores no se han ido y han seguido insistiendo en abrir las puertas a empresas externas, al capital privado. Los nacionalistas creo que quedaron exhaustos, pero tampoco se han ido y ahí está Andrés Manuel López Obrador, que es el portaestandarte de este nacionalismo, sigue dándole vueltas al país y no pierde oportunidad de señalar que en el caso del petróleo hay que mantenerse alerta. Así que las dos fuerzas están listas para el siguiente choque.

Foto
El historiador Lorenzo MeyerFoto Cristina Rodríguez

–¿Cuál es ese siguiente choque?

–Cuando alguno de los dos acumule suficiente poder, como para intentar volver a imponer su proyecto. Yo me temo que quienes están acumulando poder son los privatizadores. Tienen la sartén por el mango, pero no han podido legitimar su posición. No han podido convencer de que el petróleo ya no tiene ninguna importancia. Así que yo creo que están esperando volver, desgastar un poco más al movimiento nacionalista y volver a dar el golpe. Después de todo, ellos están en el gobierno, los nacionalistas están fuera.

–En la presentación del libro, hablando nuevamente sobre este tema, dice que este debate del año pasado provocó que el petróleo fuera el centro de un choque entre la izquierda y la derecha. Probablemente antes de esta discusión, esa distinción tan clara que hace se estaba difuminando.

–Estaba difuminada porque la izquierda no había tomado un tema nacionalista. El nacionalismo simplifica mucho, desde luego, pero nos ayudó en este caso, porque antes de eso ciertamente no se había tocado algo tan evidentemente objeto del nacionalismo o del repudio de quienes no se sienten nacionalistas.

–Y en el libro también destaca la actualidad que tiene hablar de soberanía, cuando en algunos círculos se busca hacer creer que este tema no es importante.

–Nacionalismo y soberanía son dos conceptos difíciles de asir y se prestan mucho a la manipulación e incluso la demagogia. Pero sin ellos no se entiende un proceso nacional. Nuestra soberanía nunca ha sido completa, y no sé si alguna vez será. Pero hasta ahorita lo más que tenemos es una soberanía relativa y, eso sí, muy emotiva, ligada al patriotismo, al nacionalismo: la idea de que el mundo se opuso a que México tuviera el dominio de su petróleo. Y México logró ese dominio, fue un momento en que el país logra, por muy poco tiempo, capturar la esencia de la soberanía. Ahora lo que nos dicen es que como manejamos muy mal el petróleo, se lo demos a los que pueden venir a descubrir el tesorito, a los que pueden sacar el tesorito, a los que pueden construir las refinerías para que el tesorito salga rápido.

Si hablamos de la elite económica mexicana, a ésta lo de la soberanía la tiene sin cuidado, lo que quiere son ganancias; pero para un mexicano normal, común y corriente, que no tiene nada de qué sentirse orgulloso de su país, también le quitan lo último de lo que sí podía sentirse orgulloso.

–En una parte de su libro menciona que la expropiación del petróleo quebró la dependencia económica del país. Ahora parece ser que lo que se busca es la dependencia económica.

–Ni duda. Ese es el gran problema de los últimos años. La idea de Carlos Salinas (presidente de 1988 a 1994) con su gobierno ilegítimo, ante una debilidad política y económica, decide que el país sólo puede salvarse si se engancha, como una especie de cabús, al gran tren estadunidense. El interés nacional ya no se va a definir como hasta entonces, que entre un poco más lejos de Estados Unidos mejor para el interés nacional, sino al contrario. Entonces la dependencia se definió como el interés nacional y una buena parte de los mexicanos compró esa idea y no nada más las clases altas. La verdad también es que aquí la opinión pública aplaude a cualquier presidente, hasta al de ahora.

A partir del gobierno del ex presidente Salinas, apuntó, el proyecto del grupo gobernante ha sido unir el país a Estados Unidos. Pero resulta que la economía de ese país crece muy poco, porque ya creció muchísimo, entonces no tiene mucho dinamismo.

Nosotros nos unimos a la economía menos dinámica. Cuando Estados Unidos va creciendo, México no crece mucho, casi nada. Esa dependencia le dio apoyo político a Salinas, pero no le dio energía a la economía. Ahora de 2008 a acá, Estados Unidos se va para abajo y México todavía más, esa es la dependencia, eso es lo que ganamos, irnos más abajo.


http://www.jornada.unam.mx/2009/05/28/index.php?section=economia&article=029e1eco



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miércoles, 20 de mayo de 2009

La historia da la legitimidad, no los comicios: Gordillo a Calderón

Solo una reflexión sabe algo o porque dijo eso, ya ni siquiera tiene verguenza al poner en claro que una vez más robaron la elección al PRD


Claudia Herrera Beltrán

La lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, aseguró ante el presidente Felipe Calderón que las elecciones no son las que califican la legitimidad de un gobierno, sino la historia, y le recomendó promover una alianza política que cierre el espacio al escándalo, al cinismo y a las condiciones fuera de toda ética que hicieron de la impunidad una condición necesaria para el funcionamiento del país.

Reunidos de nuevo en Los Pinos para celebrar el Día del Maestro, ambos prometieron apuntalar la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE), pero el michoacano pidió que nadie se equivoque, ya que su alianza con los maestros es sólo por la calidad educativa.

Antes la profesora se había quejado de que en un año la ACE ha perdido dinamismo y está inmersa en indefiniciones respecto de los objetivos que se propuso cumplir.

Calderón respondió que no ha mermado la voluntad del gobierno ni de los maestros por alcanzar la alianza por la calidad educativa del país. Sí, sí, la tenemos (la alianza) y la defendemos y la ampliamos y la fortalecemos.

Arropada por los íntegrantes de la cúpula sindical, incluyendo a diputados provenientes del magisterio y ex secretarios generales como Humberto Dávila, la profesora primero desayunó con Calderón y con su esposa Margarita Zavala, y luego juntos acudieron al festejo en la explanada Francisco I. Madero.

Lejos de los fríos encuentros que la política chiapaneca tenía con la ex secretaria de Educación Pública Josefina Vázquez Mota en estas ceremonias, esta vez se dirigió amablemente al nuevo titular, Alonso Lujambio, quien, tras la entrega de las medallas Ignacio Manuel Altamirano, tomó del brazo a la profesora y la llevó hasta su lugar en la mesa de honor.

La ex priísta y aliada de Calderón en los comicios de 2006 remarcó que las elecciones no son las que finalmente califican la legitimidad de un gobierno, es la historia la que se encarga de ello, y por eso le propuso: escribamos la parte de la historia que los nuevos tiempos de México nos exigen.

http://www.jornada.unam.mx/2009/05/16/index.php?section=politica&article=003n1pol
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2501 migrantes

Askari Mateos

Alejandro Santiago volvió a casa hecho un artista. Compró unas botellas de mezcal y se sentó a esperar. Pero nadie vino a visitarlo. Sus familiares y amigos estaban en Estados Unidos. Allá se fue a vivir la experiencia migrante. Y luego volvió a Oaxaca, decidido a hacer a los ausentes. Ya lleva 300 piezas, 300 "monos de lodo", que colocará en el patio de cada casa y en todas las veredas de su pueblo solitario.


–Disculpe señora, andamos buscando a don Alejandro Santiago, el señor que hace esculturas­ le dijimos a una cuarentona que despachaba golosinas a los niños en un estanquillo en Santiago Suchilquitongo, municipio de Etla, Oaxaca.

–¿Esculturas?

–Sí, es un señor que está haciendo muchas esculturas de barro– le insistí.

–Ah, sí. Es el que está haciendo "los monos de lodo". Ese señor vive allá arriba, en un camino de carrizales, pasando la carretera.

Tras seguir las instrucciones llegamos al lugar. Al final de un campo de cultivo de alfalfa, rábano y tomate hallamos una casona acondicionada como bodega donde un centenar de "monos de lodo", silenciosamente, nos dieron la bienvenida.

Alejandro Santiago (1964) es originario Teococuilco de Marcos Pérez, Sierra Norte, lugar que abandonó a los nueve años para ir a la escuela primaria en la ciudad de Oaxaca donde descubrió que lo suyo no era el estudio sino el arte como manifestación que se funde con la protesta social en un crisol de tierra árida.

Veinte años pasarían antes de que volviera, sólo para descubrir que debido a la migración muchas cosas habían cambiado: "Desaparecieron todas las veredas llenas de piedras que recorría cuando era niño".

Y es que para Santiago la migración es un mal necesario consecuencia del sistema, "una realidad absurda necesaria en las sociedades, pero la culpa la tiene el gobierno por no aplicar políticas para detenerla".

La formación

Su incursión en la pintura fue un "mero accidente" que lo llevó en 1980 a integrarse al Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo donde se hizo parte de una generación tocada por el genio: Emiliano y Maximino López, Javier y Felipe Morales, entre otros

Dos años después se unió al Taller de Gráfica Oaxaqueña de Juan Alcázar. En esa época recuerda a Rufino Tamayo tomando nieves afuera de la Escuela de Bellas Artes ("no me cansaba de mirarlo").

Más tarde aparecería otra fuente de la cual abrevó: Francisco Toledo.

La búsqueda y el encuentro... 2501 migrantes

Para la crítica el proyecto puede ser una remembranza de los milenarios guerreros de terracota desenterrados de la tumba de Qin Shi Huang; o de los famosos moais, gigantescas figuras humanas de piedra descubiertas en la Isla de Pascua en 1722; tal vez también alude a los atlantes de Tula o a las colosales cabezas olmecas, pero 2501 migrantes es por sí mismo un estudio antropológico y una manifestación del más alto sentido humanístico, concebida tras un fuerte análisis del fenómeno social de la migración.

Para el artista serrano "es un homenaje a los caídos en la línea, la dignificación por los que ya están allá y son discriminados, y la reflexión por los que se quedan. Cada escultura pretende reflejar a cada uno de nosotros con ellos, a ellos en su desnudez como migrantes, y a nosotros como parte de la realidad que vivimos.

Y es que Santiago ve en Oaxaca un núcleo plástico en el que "todo gira alrededor de un pastel". Fue por eso que en una de estas reflexiones decidió ir a su pueblo, para encontrar algo diferente, algo suyo.

"Me llevé un camión con bastidores, óleos y una máquina para hacer grabado; acomodé todo, compré un cartón de cervezas y unos litros de mezcal..." Quería crear en su lugar de origen.

"Sucedió que no vino un amigo ni un compadre ni un familiar a visitarme". Se dio cuenta que ya no había nadie, todos estaban en Estados Unidos. Tocado por ese hecho pensó en hacer esculturas para justificar las ausencias.

La experiencia

Ese mismo día volvió a Oaxaca y se propuso trabajar en el tema. Pero antes era necesario conocer el fenómeno y vivir la experiencia, así que compró un boleto de avión a Tijuana y le habló a su hermana que vive en Estados Unidos; le dijo que le consiguiera coyote porque quería cruzar el desierto: "Yo iba bravo", dice.

Una vez ahí, el coyote lo miró y revisó entre un montón de credenciales: "Me dio una de alguien que más o menos se parecía a mí, no mucho, pero era lo único que había".

Esa noche, junto con el coyote mostró sus papeles en un puesto de vigilancia y pasaron. Más adelante había otro donde ya no tuvo la misma suerte: lo deportaron a México.

De regreso en Tijuana los coyotes le dijeron que todo salió mal porque tuvo miedo. "Pero ¿cómo no iba a tenerlo?". En ese momento comprendió la realidad que sufren los que se van.

A la mañana siguiente repitió la operación con más éxito. Al otro lado ya lo esperaba un coche que lo fue a dejar a la casa donde vivía su hermana. Ahí estuvo dos semanas encerrado, había "mucha migra por todos los lados". La única alternativa para salir de ahí era en automóvil, así que tuvo que rentar uno.

Al llegar a la agencia advirtió que sólo había autos compactos. Como iba con la familia de su hermana tuvo que rentar una limusina en 700 dólares.

Recuerda: "Los coyotes iban adelante de nosotros. Nos detuvimos entre Los Angeles y San Marcos; antes del último retén me tuve que bajar para subirme a una camioneta llena de pasto y me fui escondido hasta que llegué a San Francisco". Su destino era la Bond Latin Gallery, misma que lo apoya en su actual proyecto.

La realización

El primer problema fue el barro. El que le funcionaba, por su resistencia al trabajo y al horno, era el de Atzompa, pero no le pudieron surtir todo el necesario. La otra opción era el de San Bartolo Coyotepec, "pero es demasiado fino y no tiene la misma consistencia".

Fue gracias al ceramista Adán Paredes que pudo conseguir el barro que necesitaba: barro zacatecano que por sus condiciones es ideal para el proyecto.

Alejandro Santiago. El pintor y escultor

Después de un largo sondeo en cuestiones de técnica, resistencia y color, Alejandro Santiago ha elaborado unas 300 piezas, aunque en este momento serían el doble sin aquel día de lluvia en el que se le mojaron igual número de esculturas que aún no se horneaban. "Sólo un montón de barro encontré".

Santiago trabaja las piezas con las manos pero a cada una de ellas les imprime elementos como huaraches, morrales, canastos, números y letras: una fuerte carga simbólica del fenómeno de migración.

La exhibición

Hasta hace unos meses el artista había apostado todo su capital en el proyecto, pero a través del pintor Juan Alcázar, las galerías Quetzalli en Oaxaca y Bond Latin en San Francisco, Estados Unidos, Santiago se hizo acreedor de una beca de la Fundación Rockefeller, para establecer un centro de producción de réplicas en barro de aquellos que se van, que abandonan sus tierras en busca del sueño americano.

Gracias a este apoyo Santiago presentará a finales de septiembre parte del proyecto (250 piezas) en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). Y será hasta enero de 2006 cuando lo lleve a su lugar de origen: Teococuilco de Marcos Pérez, donde colocará las 2501 piezas, "una en el patio de cada casa, en la iglesia, en el palacio municipal, en el panteón, en las veredas, en los nichos, la idea es llenar el pueblo".

Para la exhibición el MACO prepara el catálogo que incluirá un texto antropológico donde se analiza la trascendencia social del proyecto, así como de la obra, ésta última corre por cuenta del crítico de arte, Carlos Aranda.

De igual modo, Casa Lamm y Tv UNAM han documentado el proyecto y sus alcances dentro de la producción plástica actual como parte de un ejercicio que revisa el arte oaxaqueño.

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lunes, 18 de mayo de 2009

Ignacio del Valle: el tamaño del miedo

Luis Hernández Navarro

Lleva dos años y nueve meses en la cárcel. Habita una celda de tres metros por dos, en el módulo 3 del penal de alta seguridad del Altiplano. Purga una condena de 112 años y seis meses de prisión. Se llama Ignacio del Valle.

En su morada no hay noche ni día. La luz está encendida siempre. A veces disfruta de 35 minutos de sol diarios. Le revisan la correspondencia y los mensajes que le llegan. Lo someten a revisiones humillantes. Por su crujía se pasean 10 o 15 vigilantes encapuchados con perros. Le quitan sus escritos y los rompen. No sabe lo que sucede afuera. Puede hablar por teléfono 10 minutos a tarifas altísimas. A menudo, los guardias reducen ese tiempo a sólo siete u ocho minutos. Cuando sus parientes lo visitan, los custodios se prodigan en los malos tratos. Su padre y su hermano murieron estando él en prisión.

Nunca ha robado ni matado a nadie. No consume drogas ni las vende. No extorsionó a ninguna persona. Es un hombre honesto. Es un luchador social que defiende las tierras de su pueblo. No es delincuente. Sin embargo, comparte prisión con los más peligrosos criminales del país: asesinos, narcotraficantes y secuestradores.

Está acusado de los delitos de secuestro, ataques a las vías generales de comunicación y secuestro equiparado. Fue detenido sin orden de aprehensión en una casa de la ciudad de Texcoco, estado de México, a varios kilómetros de distancia de su hogar, en San Salvador Atenco. Su verdadero delito fue protestar para defender a su pueblo; no rendirse.

Ignacio del Valle es campesino, serigrafista, carnicero y padre de familia. Durante años fue obrero en la zona industrial de Ecatepec. Laboró en empresas como Guanos y Fertilizantes. El trabajo era rudo y la paga escasa. En 1981 fue promotor de educación física en la zona de Ixtapaluca.

Hasta su detención, sembró una pequeña parcela de una hectárea de riego en su pueblo natal, San Salvador Atenco. De ella sacaba maíz, frijol, calabaza y hortalizas. A pedido, cocinaba barbacoa de borrego, res, puerco y pollo. Montó en su pueblo un taller de serigrafía, donde estampaba bermudas. Le iba bien cuando no había competencia, pero en cuanto comenzó a entrar el bordado el trabajo escaseó.

Ignacio nació el 31 de julio de 1953 en el seno de una familia como la que él formó después. Su padre era campesino y carnicero. Tuvo seis hermanas y un hermano. Con muchos sacrificios, sus padres lograron dar educación a todos: una es normalista, otra doctora; una, modista; la otra, secretaria. Él estudió sociología en la UNAM, pero no pudo terminar la carrera.

Convencido de la importancia de la educación, de joven, en su pueblo, junto a otros tres o cuatro amigos, se dedicó a alfabetizar a la gente de más edad que no sabía leer ni escribir. Se trataba de que salieran adelante. Abrieron primarias, secundarias y una preparatoria abierta. Querían llevar la cultura al pueblo. Formaron una biblioteca popular promoviendo el kilómetro de libros. Su gran sueño, establecer una universidad en su región, está pendiente.

Él y sus compañeros fundaron un grupo de apoyo comunitario. Ayudaban al pueblo y a su gente. Cuando algún vecino estaba muy grave y no tenía dinero lo metían al hospital. Para pagar la cuenta, juntaban 10 o 15 hombres y mujeres y donaban sangre. Ayudaban a gente que no conocían.

San Salvador Atenco era, a finales de la década de los 60, una comunidad rural ubicada a escasos 35 kilómetros de la ciudad de México que sufría los embates de la urbanización salvaje. Era un municipio desprovisto de servicios, cercado por la especulación urbana. Pero era, también, una localidad en la que sus habitantes, a decir de María Trinidad Ramírez, esposa de Ignacio, se sentían seguros. “Uno nació allí –asegura ella–. Puede caminar por donde sea sin causar problemas o que nos los causen. Somos libres. Es nuestro territorio. Sabemos lo que nos corresponde. Lo queremos y lo conocemos.”

En Atenco había unidad y respeto. Sobrevivían muchas costumbres de sus antepasados. Estaba vivo el amor a la tierra, la que "les da vida", y a la que se ve como un legado que hay que cuidar y traspasar a hijos y nietos. Aunque formalmente la presidencia municipal estaba en manos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la comisaría de bienes ejidales y la junta de agua potable eran controladas por los ejidatarios y el pueblo.

Como ha explicado Damián G. Camacho Guzmán, antes de que, en 2001, los pobladores de ese municipio se movilizaran para defender sus tierras del decreto expropiatorio para construir el aeropuerto y formaran el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, habían vivido un largo proceso previo de luchas comunitarias, municipales y regionales. En ellas fundaron organizaciones como la Unión Social Cultural de Atenco, Habitantes Unidos de San Salvador Atenco, Frente Popular Región Texcoco y el Frente Popular del Valle de México.

La movilización social permitió arrancar a los distintos gobiernos la solución a sus demandas más sentidas: pavimentación, canchas deportivas, hospitales, biblioteca, auditorio, agua potable. Simultáneamente, se convirtió en la vía para enfrentar, con éxito desigual, aumentos en los impuestos prediales, expropiación de terrenos, construcción de carreteras sobre tierras ejidales y el trasvase de sus acuíferos a la ciudad de México.

Ignacio del Valle estuvo al frente de estas luchas. Ejerció un liderazgo genuino y desinteresado. Lejos de corromperse, se mantuvo fiel a su comunidad. Defendió las tierras de su municipio cuando unos cuantos poderosos quisieron hacer grandes negocios con ellas.

Ignacio es un artista nato. En el penal dibuja sobre papel con bolígrafo y, cuando puede, colorea sus obras. Escribe también largas cartas. En una de ellas, enviada a sus compañeros el 22 de octubre de 2008, escribió: "¡Del tamaño de nuestra sentencia, de este mismo es el miedo que nos tienen!" No le falta razón: la monstruosidad de su condena es una advertencia a todos aquellos que se atreven a decir al poder: ¡no!


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Ignacio del Valle desde el penal de La Palma


Hombres y mujeres de todas las edades y de cada rincón de esta patria nuestra, en la ciudad, en el monte, en la selva, en la escuela, en la fábrica, en la mina, en el destierro, en el valle, en el encierro, desde el lugar donde nos encontremos, nuestra obligación es sobreprotegernos para seguir la marcha en este gran proyecto de nación, donde juntemos nuestras coincidencias del quehacer, haciendo a un lado intereses particulares o de grupo, sin aislar ninguna lucha por pequeña que parezca.

¡No tenemos que olvidar que los grandes incendios tienen su origen en una pequeña chispa! Y en estos momentos los incendios surgen por doquier y nuestra obligación es alentarlos y dirigirlos a los rumbos de unidad, respetando sus formas de organización, señalando siempre causas y efectos, poniendo siempre al enemigo común al descubierto y los medios de los que siempre ha hecho uso para mantenernos adormecidos, engañados, sometidos siempre a su antojo, calculando todo siempre en función de ganancias económicas, sin que les importen la humillación y el dolor de los jodidos, apropiándose de los medios de producción y explotando la fuerza de trabajo, manejando a su conveniencia desmedida el derecho de propiedad privada, acumulando riquezas a costa de sudor y sangre de esclavos, de plebeyos, de obreros, de campesinos jornaleros, quienes en su momento siempre han levantado la voz de la inconformidad, de rebeldía.


La lucha por la justicia siempre es natural en cualquier lugar, enfrentándose invariablemente ricos contra pobres, escribiendo con su sangre y ejemplo de dignidad que sí es posible un mundo de justicia para todos.

No tenemos que esperar ningún aniversario más para llorar ni lamentar la muerte de Zapata ni afinar discursos; vamos para decir: aquí estoy de palabra y no de corazón.
El mejor recuerdo a Zapata es la construcción de la unidad, organizada y consciente, donde sea que nos encontremos, porque la lucha es de todos, hombres y mujeres. Y ésta no da tregua ni se da sus vacaciones, ni tiene días de guardar; hasta cuando duermes tienes que soñar en la revolución. No importa de quién venga esa disposición de luchar, si en su esencia se compone de fe y unidad. Tenemos los motivos necesarios para no ceder nada, de ninguna especie, al enemigo al que no hay que dar tregua alguna.

Hasta cuando nos encontremos solos, la lucha sigue aún en nuestro interior, con nuestra actitud de indiferencia, de autosuficiencia, de soberbia, de ira incontrolada, envidia, pereza; de hierro y rabia en el combate hasta la victoria; generoso y digno con el pueblo, sin pedir a cambio nada, más que el honor de poder servirle.
La recompensa brillará en la sonrisa eterna de nuestros nietos, que de pan y miel se saciarán y en recuerdos luminosos encenderán sus días.
Zapata vive en cada puño levantado, en cada grito encabronado con el corazón al viento.
Como machete desenvainado, pintando de rojo el horizonte que nos llama a cumplir, ¡aquí, allá, la lucha seguirá!

16 MAYO 2009 LA JORNADA

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martes, 12 de mayo de 2009

Las ciudades de cerdos de Smithfield

Luis Hernández Navarro

Smithfield, el gigante agroalimentario productor de puercos, es una de las más grandes empresas del mundo. En 2008 ocupó el lugar número 222 entre las 500 firmas más importantes de Estados Unidos, según la revista Fortune. Es la tercera compañía más poderosa en la producción de alimentos, después de Archer Daniels Midland y de Tyson Foods.

Pero su impresionante crecimiento económico se enfrenta a un grave problema: las cada vez más estrictas regulaciones ambientales y laborales, y las multas por violarlas. Smithfield ha sido reiteradamente acusada de contaminar agua, suelo y aire, y de no respetar los derechos humanos de sus trabajadores. Human Rights Watch documentó ampliamente en su reporte Sangre, sudor y miedo, publicado en 2005, los abusos que comete esta empresa.

Para evadir esas regulaciones, Smithfield ha trasladado parte de sus operaciones a países en los que las leyes que protegen el medio ambiente son más laxas, y los políticos están más dispuestos a ayudar a la empresa. Es así como ha instalado fábricas productoras de cerdo en México, Rumania y Polonia.


Las granjas de Smithfield son verdaderas ciudades de puercos, rodeadas de mares de mierda y desechos, que crecen a la sombra de regulaciones ambientales débiles y autoridades permisivas. En ellas los marranos son engordados hasta alcanzar 120 kilogramos en un tiempo récord: escasos 300 días. Los animales viven en jaulas que impiden su movimiento, en barracas con ventilación deficiente, con iluminación constante para estimular su crecimiento.

En Polonia y Rumania ha llevado a la ruina a miles de pequeños ganaderos. En ese último país, según el diario estadunidense The New York Times (06/5/09), los criadores de puercos han descendido en 90 por ciento, mientras disminuyeron en 56 por ciento en Polonia, el cual, por si fuera poco, exporta chuletas de cerdo a África a precios muy bajos, provocando la quiebra de campesinos en naciones como Costa de Marfil. La compañía obtiene millones de euros de subsidios económicos proporcionados por la Unión Europea.

En 2007, cerca de 67 mil ejemplares murieron o fueron eliminados, como resultado de la fiebre porcina, dentro de las instalaciones de la empresa en Rumania. Dos de las plantas operaban sin permiso, sus directivos no informaron adecuadamente del fallecimiento de los animales y sus empleados se movían libremente entre las distintas granjas sin tomar medidas de seguridad. Los científicos han encontrado elementos de este virus porcino (uno de Europa o Asia, y otro de América del Norte) en el código genético del virus de la actual influenza A/H1N1.

Aprovechando el Tratado de Libre Comercio, Smithfield se estableció en México y fundó en 1994 Granjas Carroll en Veracruz y Puebla. En el estado de Sonora instaló Norson en 1999.

En contra de lo que afirma, esa empresa porcícola destina el grueso de su piara al mercado nacional. Desde 2000, ha engordado 6 millones 400 cerdos en pie. De ellos 5 millones 120 mil se enviaron al valle de México para su sacrificio en rastros y su consumo en el Distrito Federal y estado de México. El resto se mandó a Veracruz y a la península de Yucatán.

Al igual que en los países de Europa del este, donde opera Smithfield, los problemas ambientales y de salud pública generada por estas ciudades de puercos y la facilidad para asociarse con importantes políticos locales han sido evidentes en el caso de Granjas Carroll.

El gobierno de Fidel Herrera, en Veracruz, y el Partido Revolucionario Institucional han utilizado a la empresa para promocionar proyectos sociales a partir de donaciones hechas por la trasnacional. Simultáneamente, las autoridades federales se han dedicado a cubrir a la compañía.

La contaminación que ha provocado Granjas Carroll y su impacto en la salud de los pobladores de las comunidades que se encuentran alrededor de los centros de producción, así como las lagunas en que depositan los desechos animales propiciaron, desde 2004, el surgimiento de un movimiento ambientalista regional. La empresa respondió reprimiéndolo.

A comienzos de 2005, pobladores de La Gloria y Xaltepec, a los que se sumaron 10 comunidades más, se unieron para protestar, por medio de firmas, en contra de la expansión de Carroll. Hicieron asambleas y marchas. El 26 de abril de 2005 los habitantes de Totalco realizaron la primera marcha en contra de la trasnacional. La maestra de telebachillerato Verónica Hernández Argüello escribió un comunicado que fue leído en la radio local, llamando a defender el medio ambiente. La empresa la demandó legalmente por difamación, igual que hizo con otros vecinos. En total, ocho ambientalistas tienen procesos legales en su contra. Tres de ellos, Verónica incluida, fueron detenidos y obligados a pagar una fianza de 8 mil pesos para salir de la cárcel.

Los habitantes de Achichica, Guadalupe Buenavista, Quechulac, Guadalupe Victoria, San Luis Atexpac, Portes Gil, San Pedro el Águila, Techachalco, Achichica, Iztoten, La Gloria y Xaltepec, comunidades enclavadas alrededor de las ciudades de puercos de Granjas Carroll, viven desde hace 14 años con miedo a la contaminación. Respiran día y noche una peste infernal. Las tolvaneras arrastran la fetidez a muchos kilómetros a la redonda. Ellos creen que sus enfermedades respiratorias se deben a la empresa.

La epidemia de la influenza existe. No es una maquinación para enriquecer a Donald Rumsfeld, estimulado las ventas de Tamiflu o un complot para quitarnos libertades democráticas, por más que las ganancias de las compañías farmacéuticas se hayan incrementado y que el gobierno haya respondido a la crisis de manera autoritaria y mentirosa.

La enfermedad es un hecho real, surgido, según apuntan diversos estudios científicos, del modelo de producción industrial de puercos como el puesto en práctica por Smithfield, al que se le suma la crisis de nuestro sistema sanitario y de investigación científica creada por la devastación neoliberal, y la erosión de nuestros sistemas inmunológicos propiciada por el hacinamiento humano y nuestros modelos de consumo. Mejor entenderlo así, antes de que sea tarde.

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Mamás que no celebran

Eileen Truax/Los Ángeles
www.eileentruax.com

Y usted, ¿cómo festejó a su mamá? Para quienes tienen la fortuna de tener a su madre con ellos, la pregunta que se formula un día después del 10 de mayo suele traer una serie de imágenes placenteras: se celebra en familia, con los hijos, los nietos, tal vez algún bisnieto; con regalitos, o con algún regalote si la crisis no es mucha; con comida, con música, con apapachos; bien a la mexicana.

Pero hay algunas mamás mexicanas para las cuales el festejo no sabe a nada. Paradójicamente, son las que mayor sacrificio han hecho para cumplir con su papel de mamá.

María Elena es una de ellas. Originaria del estado de Veracruz, en 2006 vino indocumentada a Los Ángeles para ayudar a su esposo, quien migró antes que ella; para reunir dinero más rápido y poder regresar a comprar un terreno, él le pidió que dejara en México a sus hijos, hoy de 10 y 6 años, y lo alcanzara.

“Para mí fue un golpe al hígado”, dice María Elena, quien tiene tres años sin verlos. “Yo sentía morirme; me iba a los rincones de la casa a llorar sin que nadie me viera porque no me quería venir, pero mi mamá me habló fuerte y me dijo: vete para que hagas algo con tu marido, y de los niños no te preocupes, aquí déjamelos. El día que me vine salí caminando y la niña, que tenía tres años, se dio cuenta y se me colgaba. Fue una decisión muy fuerte, sufrí mucho”.

Durante los primeros meses María Elena sentía que el sacrificio valía la pena. Encontró trabajo en una fábrica y empezó a enviar dinero para la comida de los niños, para los útiles, los uniformes de la escuela. Sin embargo en febrero del año pasado una redada coartó su sueño: ahora enfrenta un proceso de deportación y tiene la ilusión, aunque lejana, de que en el transcurso del mismo se apruebe una reforma migratoria que la ayude a regularizar su situación.

“Ahora no he podido trabajar, pero no quiero regresarme porque ¿qué tal si dentro del próximo año habla Obama y da una reforma? Yo sueño de veras que estoy allá con mi mamá y lloro y lloro (…) pero sería peor irme como vine, triste y sin nada”, dice María Elena.

Las mujeres constituyen el 50.2% de los inmigrantes en Estados Unidos. Se estima que de los más de nueve millones de inmigrantes provenientes de México y Centroamérica que forman parte de la fuerza laboral de este país, casi tres millones son mujeres. Y de acuerdo con un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), las remesas enviadas por las mujeres migrantes son más altas y constantes que los fondos enviados a sus países de origen por los hombres. Es decir, ellas vienen, dejan hijos, trabajan y mandan más.

Y ciertamente hay una satisfacción en saber que se está sosteniendo a la familia, aunque sea a distancia; pero la realidad es que el Día de las Madres, la verdad no les hace mucha ilusión.

“Les acabo de llamar y les expliqué que venía el 10 de mayo; les pedí que todo el cariño que me quieren dar a mí se lo den a mi mamá, porque ella los está cuidando. Como hija es un golpe muy fuerte, porque eso a mi madre no se lo pago con todo el oro del mundo, y yo no tengo dinero ni siquiera para mandarle un regalito”, dice María Elena sin poder contener los sollozos.

¿Qué cuál sería su Día de las Madres perfecto? “Estar con mis hijos, que son mi vida”.

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sábado, 9 de mayo de 2009

DISCULPE LAS MOLESTIAS

El autor de Las venas abiertas de América Latina cuestiona si es justa la justicia en el orbe

Eduardo Galeano

Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.

¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés?

El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?

¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?

¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?

Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?

¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?

¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal-Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. MacDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura, y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?

¿Quiénes son los justos, y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de crimen organizado?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren 15 niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

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Eduardo Galeano durante la firma de ejemplares de sus libros en la ciudad de México, el pasado 3 de abrilFoto Yazmín Ortega Cortés

En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?

Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?

¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?

¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?

Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ése un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?

¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?

Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia, ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?

Según Lewis Carroll, la reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:

–Ahí lo tienes –dijo la reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispo Óscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. Él murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.

El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?

A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.


http://www.jornada.unam.mx/2009/05/09/index.php?section=sociedad&article=040n1soc


SIMPLEMENTE SIN PALABRAS

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martes, 5 de mayo de 2009

En 1980, particulares actuaron como hacendados coloniales en contra de Azumiatla

JAVIER PUGA MARTÍNEZ/II DE II (Primera parte)

La investigación que realizó la antropóloga e historiadora, Ethelia Ruiz Medrano, sobre la junta auxiliar de San Andrés Azumiatla la llevó a encontrar que en a principios de la década de los años 80, los campesinos fueron acusados de lo mismo que sus ancestros hace 273 años atrás por los hacendados españoles coloniales: invasión de tierras para cortar leña y pastoreo, pretextos que al final se usaron en su contra para arrebatarles sus tierras.

De acuerdo con el expediente de dotación de bienes comunales número 276.1 correspondiente a esta comunidad del sur de la capital poblana, ubicado por Ruiz Medrano en el Archivo General Agrario, se señala que el 20 de julio de 1976 se presentó ante la Secretaría Agraria el ciudadano Miguel Vidal Cruz en representación de la comunidad de San Andrés Azumiatla, y que manifestó que terrenos comunales están siendo invadidos por personas extrañas al núcleo de población.

La Dirección General de Bienes Comunales ordenó una investigación en torno a esta denuncia; sin embargo, el resultado no aparece en el expediente. El expediente indica Azumiatla realizó su tramite ejidal desde tiempo atrás y para ello entregaron sus títulos primordiales que fueron autentificados en la Secretaría Agraria.

En el Archivo General Agrario, Ruiz Medrano localizó el expediente 23/3597, en el cual Azumiatla tiene los siguientes antecedentes: una resolución presidencial fechada el 22 de mayo de 1924 y publicada en el Diario Oficial de la Federación cuatro meses después, en la que hace constar que a la comunidad le fue arrebatada una superficie de 2 mil 300 hectáreas. Otra resolución presidencial del 10 de diciembre de 1935 les hizo peder otras mil 75 hectáreas.

En 1980, los pobladores solicitaron la restitución de ejidos al gobierno estatal, pero existe la sospecha de que una paleógrafa habría cometido un acto de corrupción en contra de los campesinos, por lo que la petición les fue negada. De ese acto queda una constancia en una carta dirigida al entonces gobernador de Puebla, Alfredo Toxqui Fernández de Lara.

El texto fue escrito por Juan Escalona Cordero, Lorenzo Alameda Rojas y Manuel Nava Pineda, quienes estaban asesorados por la Federación Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos: “Según lo acreditamos oportunamente el núcleo de población que representamos, poseía originalmente 23 mil hectáreas de terreno la mayor parte aptos para el cultivo, incluyendo también una parte de bosque, tierras de cerril.

“Pero lamentablemente se han afectado por resoluciones presidenciales varias hectáreas por los ejidos denomindados Santa María Malacatepec, Rosario de la Huerta, San Francisco Xalapexco, San Bartolomé Chimalhuacán y San José del Rincón, que por tratarse de compañeros campesinos no reclamamos en el momento procesal oportuno.

“Lamentablemente, los individuos particulares Héctor Flores Díaz, que se dice propietario de la hacienda San Diego Atoyatenco; Fidel Tepetl Pineda, que se dice representante de la finca de San josé Zetina; José Gallardo, representante según dice de la finca San José Acatipan; Aurelio García Carpintero y Juan Campos Sevilla, ambos se dicen representantes de la hacienda La Huerta. El propietarios y propietarios de la hacienda Tlaxcolpan, ignoramos el nombre; la hacienda de Buenavista, que ignoramos el nombre del propietario, con una superficie de 52 hectáreas, la hacienda de San Diego Atoyanteco, San José Zetina, con una superficie de 564 hectáreas; San José Acatipan 884 hectáreas; la Huerta con una superficie de 448 hectáreas; Tlaxcolpan con una superficie de 550 hectáreas y por último Buenavista con una superficie de 65 hectáreas, que hacen un total de 2 mil 563 hectáreas y las que hemos sido ilegalmente despojados en virtud de haber sido ocupados por las personas mencionadas, presumiblemente por alguna venta de la Federación o del estado, o en bien de particulares, superficies que en la actualidad están ocupadas sin derecho alguno los individuos antes mencionados”.

Esos campesinos fundamentaron su petición en los artículos 191 y 12 de la Ley de la Reforma Agraria. Esta carta fue publicada en el Diario Oficial del estado para iniciar la causa de restitución de tierras.

Sin embargo, para el 6 de noviembre de 1980, los señores Aurelio García Carpinteyro, Juan Campos Sevilla y Evaristo García Campos respondieron que estaban siendo perjudicados en sus predios por la solicitud de restitución de San Andrés Azumiatla. Afirmaron que las tierras reclamadas no sirven para cultivo porque son terrenos cerriles compuestos de “pura roca”.

Aseguraron que ellos eran los dueños de las tierras y mostraron unas escrituras. Aurelio García Carpinteyro mostró un título legal del 29 de mayo de 1965 ante el notario público número 15 de Puebla, Arturo Escamilla, y señaló que fue una compra que hizo a un particular llamado Daniel Lezama.

Un acta notarial similar fue la que presentó Evaristo García, fechada el 29 de mayo de 1965 ante el notario público número 15 de Puebla, Arturo Escamilla, y señala que fue una compra que hizo a Daniel Lezama. De igual forma, Juan Campos Sevilla y Atanasio Campos Camargo presentaron acta notarial fechada también el 29 de mayo de 1965, aunque no se especificó al notario y la compra fue hecha al mismo Daniel Lezama.

“Curiosamente estos señores acusaron a los campesinos de Azumiatla de lo mismo que los acusaron los hacendados 273 años antes: ‘En forma arbitraria, con anterioridad a su promoción de restitución ejidal intentaron (los campesinos) despojarnos de propia autoridad, han derribado los pocos árboles que existen en el cerro, han destruido los cercados de alambre de púas, han internado en nuestras propiedades su ganado, han hecho de los árboles que derribaron carbón, a un hijo del señor Juan Campos Sevilla se lo llevaron detenido a la cárcel de su pueblo y a otro hijo se lo asesinaron’...”, aseveró la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ruiz Medrano.

En ese sentido, la especialista señaló que debido a los usos y costumbres de los pueblos indios de México, en Azumiatla los pobladores usaban el monte para obtener leña y consideraban a estas tierras como suyas aun cuando estuvieran en manos de particulares.

La antropóloga encontró en el expediente que en el dictamen paleográfico elaborado el 27 de abril de 1981 por la jefa de la oficina de paleografía de la Secretaría Agraria, Guadalupe Leyva Ruiz, esta funcionaria señaló que: “De las diligencias practicadas aparecen debidamente comprobados los derechos de propiedad de las tierras litigosas a favor de Ignacio Núñez y causantes –uno de los hacendados del siglo XVIII contra quien el pueblo de Azumiatla peleó ante tribunales como se dio cuenta en la primera parte de este reportaje, a pesar de que no está claro que el hacendado haya comprobado la propiedad.

Ruiz Medrano precisó que el documento que la paleógrafa citó para su dictamen es de 1783, y que a fines del siglo XVIII los pueblos indios padecían una situación difícil política, económica y social, problemas que hacían particularmente compleja su relación con el poder colonial. En esta época, agregó, se dio un claro empuje al desarrollo de la agricultura mercantil en manos de los españoles y criollos que junto con el aumento demográfico indígena, generaron a una fuerte presión sobre las tierras de los pueblos.

Asimismo, subrayó que las reformas borbónicas impulsadas a partir de 1765 obligaban, entre otras cosas, a un saneamiento de las finanzas de los pueblos indios. Esto se pretendía lograr arrendando sus tierras “sobrantes” o no ocupadas, al final esta política sólo benefició a los hacendados, mineros y comerciantes y no a las comunidades indígenas. En ese contexto se desprendió que existiera una orden de proteger al hacendado pero en el documento no hay pruebas de que se le diera la razón ni que mostrara mejores pruebas que los indios de Azumiatla. “Sin embargo la paleógrafa oficial de la Reforma Agraria, cuyo dictamen es fundamental para la restitución de Azumiatla actúa como funcionario de fines del siglo XVIII y en pleno siglo XX dio la razón al hacendado en contra de Azumiatla”, finalizó Ethelia Ruiz Medrano.

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lunes, 4 de mayo de 2009

¿Cuál independencia, cuál revolución?

Se pretenden "festejar" el siguiente año los aniversarios de la revolución e independencia mexicana, 100 y 200 años, respectivamente, pero hoy en día seguimos viviendo en una nación dependiente de los grandes capitales e intereses de una minoría rapaz que sigue explotando los recursos naturales y humanos para beneficio propio. Todo lo anterior a costa de sufrimiento y vidas humanas. Un ejemplo más de las injusticias sufridas por el pueblo es el reciente caso de represión sufrida por los naturales de San Andrés Azumiatla, Puebla, donde fueron encarceladas y golpeadas varias personas como consecuencia de su lucha para evitar ser despojados, un vez más, de sus tierras. A continuación reproduzco un reportaje de Javier Puga Martinez que testimonia los despojos que han sufrido las personas de Azumiatla desde antes de la pseudo-independencia.

El despojo de tierras contra los campesinos de San Andrés Azumiatla no es nuevo, pues data de hace 273 años y de ello hay constancia en el Archivo General de la Nación (AGN). Ahí hay documentos en los que se demuestra que los indígenas se enfrentaron en los tribunales contra los hacendados españoles que, bajo el pretexto de que perjudicaban sus predios con el pastoreo de animales, terminaron apoderándose de más tierras, esto en pleno periodo colonial.


La anterior es resultado de una investigación que realizó la investigadora Ethelia Ruiz Medrano, de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). La especialista en pueblos indios del centro de México en los periodos históricos del siglo XVI a la fecha manifestó que su interés en el caso de Azumiatla se incrementó tras haberse enterado del violento enfrentamiento con la Policía de Puebla el pasado 25 de abril; ella ya tenía conocimiento de que este pueblo defiende su tierra desde hace siglos.

La también integrante del Sistema Nacional de Investigadores ingresó al AGN la semana pasada y encontró que el volumen 705, expediente uno, que va de los años 1736 a 1768, hace constar de un litigio entre “los naturales del pueblo de San Andrés Azumiatla contra el capitán Benito García, dueño de la hacienda de San Andrés Azumiatla, sobre propiedad de tierras”. El documento indica que el capitán Benito García, vecino de Puebla, “denunció que los indios de Azumiatla pastan sus ganados en las tierras de su hacienda y siembran maíz”. Los habitantes del pueblo ya tenían un pleito legal en contra de ese hacendado por despojo de tierras y agua en la Real Audiencia de México.

En una carta fechada el 10 de julio de 1748 y dirigida a las autoridades coloniales, los indios de Azumiatla denunciaron que Nicolás Fajardo, mayordomo de la hacienda del capitán don Benito García, acompañado de dos soldados, dos indios y de Andrés García, hijo del hacendado, destruyó “lo que teníamos sembrado en nuestras tierras, lo cortaron con coa y las destrozaron todas (las milpas), previniendo (a los indios) que hasta los magueyes nos habían de arrancar (todo ello) con violencia y contraviniendo las leyes reales y autos acordados”.

Los cultivos de maíz y calabaza que esos hombres arrasaron estaban en tierras comunales de Azumiatla. En una visita ocular –un recorrido que normalmente hacían las autoridades cuando se trataba de litigios por tierras–, el hacendado acusó a los indios de quitarle el agua a sus tierras; sin embargo, los de Azumiatla no se enteraron de esta visita y en consecuencia se les prohibió cortar leña en un cerro llamado Nanahuachi, que utilizaban desde esa época; asimismo, quedó asentado que por cortar leña para obtener carbón en este monte varios indios de Azumiatla fueron encarcelados. El pleito quedó pendiente, concluye el documento.



Otros casos

Otro documento encontrado por la investigadora Ruiz Medrano en la sección de Tierras del AGN, en el volumen 299, expediente tres del año 1782, da constancia del pleito entre José Núñez, dueño de la hacienda de San José Tlaxcolpan, contra los naturales del pueblo de San Andrés Azumiatla sobre propiedad de tierras, jurisdicción de Puebla.

La hacienda colindaba con el pueblo de San Andrés Azumiatla, cuyos habitantes ya tenían una demanda en la audiencia en contra de Núñez, quien en una carta expresó su “asombro” de la piedad con que se trata a los indios de ese pueblo, ya que afirma que estos son “codiciosos” de tierras. El hacendado dijo que se meten en sus propiedades –que son las mismas que reclamaban los de Azumiatla– con yuntas de animales que barbechan sus tierras e introducen sus ganados. Para justificar todo lo anterior presenta en este juicio el testimonio de varios españoles que testifican a su favor.

Sin embargo, el pueblo de San Andrés Azumiatla explicó a lo largo del juicio que ellos no tienen tierras, ya que fueron despojados por los hacendados y que ni siquiera tenía “las 600 varas en cuadro que corresponden por expresa decisión de la ley del reino, repetidas 12 resoluciones de su majestad y superior decreto de la Real Audiencia de esta Nueva España”. Al igual que el caso anterior, el pleito quedó pendiente.

Ruiz Medrano precisó que las 600 varas se refieren al fundamento legal en el que la ley colonial determinó que era necesario e imprescriptible que los pueblos indios tuvieran tierra comunal; a partir de 1567, el virrey Marqués de Falces otorgó a cada pueblo 500 varas, y en 1687 se extendió a 600 a partir de la última casa del pueblo. Las 600 varas equivalían a 101 hectáreas o un kilómetro de distancia, aproximadamente, a partir de la última casa de cada pueblo. Los españoles se opusieron a la medida, y a partir de 1695 las 600 varas se midieron a partir de la iglesia de los pueblos, ya no de la última casa porque no convenía a sus intereses.

En un tercer caso jurídico, que la investigadora ubicó en el volumen 1095, expediente seis, de los años 1776 a 1783 en el AGN fue el de Ignacio Antonio Núñez –al parecer pariente del hacendado del caso anterior–, dueño de la hacienda de San José Tlaxcolpan, en contra de San Andrés Azumiatla por la propiedad de tierras.

Los indígenas declararon que el 20 de mayo de 1783 Ignacio Núñez les quitó tierras que están detrás de la iglesia, mirando al oriente; los indios de Azumiatla explicaron que esas tierras las obtuvieron a través del conquistador Jacinto Salamanca, quien fundó los pueblos de San Andrés y otros alrededor; además de despojarlos, el hacendado les quemó sus jacales.

En este juicio, el 26 de junio de 1783 el párroco de San Francisco Totimehuacán, declaró que Azumiatla pertenecía a esa doctrina y que los indios no tienen tierras, vivían despojados por los hacendados y se mantenían de sacar carbón del monte, el cual vendían en la ciudad de Puebla. Pidió que les devolvieran las tierras que les quitó Núñez y que están detrás de la iglesia; en respuesta, el hacendado declaró “que los indios de Azumiatla... no quieren trabajar ni en la haciendas, en los tejidos de algodón, fabricando chiquihuites o petate, sino que se viven atenidos a lo que adquieren robando los montes de las circunvecinas haciendas (sin querer) venir a trabajar a ellas, aunque los labradores los soliciten para ganar dinero y respeto”.

Los de Azumiatla respondieron que fueron despojados de sus tierras por el hacendado y que sus linderos se componía “desde el río de Atoyac, del vado grande que nombran San Diego, hasta el cerro de Nanaquachi, en cuya punta va al camino de Teopantlán que divide los linderos de Tlaxcoapan La Huerta y la Caraqueña, y por abajo por tierra caliente con San Bartolomé y Teopantitlán; asimismo, dijeron que las tierras que reclamaban se las quitaron en los años 30 del siglo 18, refieren los datos extraídos por la investigadora Ruiz Medrano.


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