miércoles, 7 de julio de 2010

El mestizaje, construcción perversa sobre la que habría que debatir: Gómez Izquierdo

HORACIO REIBA
“Un francés, elegido al azar, es muy probable que tenga circulando por sus venas sangre gala, romana, visigótica, normanda, bretona... pero se ofendería si oye que le llamamos mestizo. Soy francés, dirá con orgullo; y tiene razón, porque la humanidad toda es producto de un proceso en el que se han ido mezclando sin cesar individuos, etnias y culturas. Y no hay razas, dice la ciencia, sólo una especie humana. Esto es así y nadie puede rebatirlo.
“¿De dónde viene, entonces, la idea del mestizaje como patrimonio exclusivo de los mexicanos, privilegio excepcional, cimiento de una ilusoria “identidad nacional”? Como tema es en sí mismo una falacia, aunque nada casual o arbitraria. Hay alguien, muchos, que se han beneficiando alimentando este lugar común. Son los mismos que no desperdician la oportunidad de repetirlo como dogma infalible. Algo con lo que los mexicanos vivimos y morimos, de la cuna a la tumba. Empieza en la familia, se fortalece en la escuela y se consagra en la calle, en el camión, en el taller y la oficina. Explica lo peor de nuestra devaluada imagen colectiva, de nuestro sometimiento y falta de autoestima, pero está aquí, vive en nosotros y sigue haciendo mucho daño. Trataré de explicarme...”
Quien así habla es Jorge Gómez Izquierdo, sociólogo de la Universidad Autónoma de Puebla con larga trayectoria como docente e investigador, y autor de obras de tesis muy apreciadas y consultadas en el medio. De entrada, su discurso puede sonar muy radical, pero vale la pena escucharlo.

“Se parte de esta idea antigua: nuestra población es inadecuada para desarrollar al país, para convertirlo en una nación moderna. Por estigma “racial”, somos torpes, desaliñados, perezosos, irresponsables, faltos de iniciativa. Por sí mismo el mesoamericano no es nadie, no puede llegar a nada, requiere mezclarse, diluirse en la raza superior, que es la raza blanca. Directa o indirectamente han sostenido este punto de vista los españoles –frailes o conquistadores–, los criollos que se les opusieron, los ideólogos conservadores y liberales –Francisco de Pimentel, Lucas Alamán, Justo Sierra, Vicente Riva Palacio–, los próceres de la Reforma y la Revolución. Juárez se casó con una señorita de sociedad (blanquearse significa “mejorar la raza”); los conservadores trajeron y coronaron a un príncipe rubio; Porfirio Díaz promovió la inmigración europea (aunque su pretendida importación de sementales güeros se convirtiera en un completo fracaso); Cárdenas –impulsor de la educación socialista, el reparto agrario, la revalorización de lo indígena– mostraría el mismo trasfondo ideológico al declarar, en el Congreso de Pátzcuaro (1940), que “no hay que indianizar al mexicano, sino mexicanizar al indio”; es decir, blanquearlo, diluirlo, elaborar y llevar a cabo un plan que acabase poco a poco con sus malos hábitos, su anacronismo cultural, sus manías, creencias y tradiciones sin sustento práctico. Que fuera –que seamos– lo más parecidos posible a los amos del mundo, la gente de color claro, los manifiestamente superiores: españoles, franceses, estadounidenses y, en todo caso, extranjeros, siempre extranjeros.

“Porque ese es el mestizaje que vale, el que han cantado en México los intelectuales y los poetas, la aspiración suprema de un país distinto al que somos. Sólo Andrés Molina Enríquez ha señalado como una necedad de las élites nacionales su obsesión por blanquear a la población. Los demás, desde los principales cerebros novohispanos hasta Manuel Gamio, Martín Luis Guzmán, Vasconcelos, Leopoldo Zea, insisten en lo mismo, consciente o inconscientemente. Yo creo que muy conscientemente en la mayoría de los casos, pues nunca dejan de invocar los peligros de la plebe incivil, el indio alzado, el México bronco.

“Si ya Alamán previno contra el peligro de que los indios aprendieran a leer y tuviesen acceso a los periódicos, Carlos Fuentes acaba de prologar un libro en donde Agustín Basave asienta –cito textualmente– que el mestizaje es la esencia de la mexicanidad... si bien nuestra cultura mestiza es injustamente asimétrica..., fue ella la que nos dio viabilidad como nación... el mestizaje es un hecho tan contundentemente cohesionador que une hasta a quienes lo zahieren... si hemos sido capaces de evitar una mayor fragmentación... es, a no dudarlo, por obra y gracia del mestizaje (México mestizo. Análisis del nacionalismo mexicano en torno a la mestizofilia, de Andrés Molina Enríquez. Fondo de Cultura Económica, México, pp. 147–152). Para este esmerado cultivador del pensamiento mestizante, sólo el mestizaje bien entendido será capaz de evitar que México se hunda en una guerra de castas. Increíble pero cierto.

“Pero un mexicanito no nace trayendo ya consigo estos criterios marcadamente racistas, carentes de base científica, absolutamente gratuitos. Digamos que los va a mamar día con día. Porque están en el ambiente, en la cultura definida por las élites, en la educación formal –los actuales libros de texto gratuitos insisten en la consagración del mestizaje–, en las relaciones sociales y en los medios de comunicación. Esto es fácilmente comprobable: dime si no es verdad que el mexicano, cualquier mexicano, ha desarrollado una habilidad especial para saber, casi al instante y con sólo verlo, la condición social y económica de cualquier desconocido que ve en la calle. Y la información básica está en su fenotipo (estatura, color de piel, forma de caminar, de moverse, de hablar...). El mexicano está perfectamente entrenado en la distinción visual de las clases sociales”.

Gómez Izquierdo dice todo esto de corrido y sin titubear, pero permite el diálogo y va respondiendo con amabilidad a inquietudes y preguntas del reportero. Ya en confianza, bromeamos un poco, echando mano de referencias cotidianas, relacionadas sobre todo, con la “civilizada” vida universitaria. Por último, recordará su condición de educador para lanzar una especie de desafío intelectual y dialógico, relacionado con el tema que nos ha reunido.

“El mestizaje se define por la aportación europea, nunca por la mesoamericana, que es su parte negativa, la indeseable (la asimetría que Basave lamenta). Y el indigenismo, tan caro a los ideólogos de la Revolución, es otra coartada racista, preocupada no por recuperar, sino por disolver al indio y a lo indio, blanqueándolo de prisa y sin dolor (aunque haya que asumir ciertos daños colaterales).

“Así es como el grueso de la población, predominantemente morena y bajita, ha venido aceptando el rol de la subordinación. Y el legado de los próceres nacionales –tan traídos y llevados ahora que estamos de bicentenario– es bastante ambiguo en este sentido. Todos, sin excepción, miran a Europa o a Estados Unidos como modelos de imitación y progreso. Y movilizaron a las masas sólo hasta cierto punto, temerosos siempre de que se les desmandaran y salieran de control.

“El mestizaje, como el machismo, el racismo y cualquier ideología de dominación, no surge de la nada. Son elaborados por gente muy preparada que sabe lo que le conviene y cómo lograrlo. A los países los hacen sus élites, los verdaderos responsables de la historia. Si la mexicana es una identidad eternamente conflictuada consigo misma, se debe al manejo perverso de este tipo de conceptos. Ya si nuestras élites, aparte de comportarse como tales, resultaron tan limitadas o de plano ineptas para conducir al país y hasta vergonzosamente entreguistas, ese es otro asunto. Pero la misión del educador sería denunciar y hacer explícitas esta clase de falacias, ya que explican en gran parte los problemas que padecemos. Y desde luego, habría que promover un gran debate nacional sobre el tema, aparentemente inocuo, del mestizaje. Porque si no lo hacemos nosotros, y si no conseguimos que trascienda las aulas y forme núcleos de conciencia crítica, vamos a continuar dándole vueltas a la noria de la sujeción del pueblo, de la subordinación al extranjero y del consecuente subdesarrollo”.

Jorge Gómez Izquierdo forma parte del claustro de investigadores del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la UAP. Acaba de publicar El camaleón ideológico. Nacionalismo, cultura y política durante los años del presidente L. Cárdenas 1934–1940 (ICSYH–BUAP, 2008), en donde ahonda, con la agudeza y originalidad que hemos comprobado en el estudio sociológico e histórico de esta temática que nos concierne a todos.

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