martes, 8 de abril de 2008

Se zurran los gringos cuando les recuerdan sus tranzas

Se zurraron los gringos cuando les recordaron su autoria del robo del siglo 19, el robo de mas de la mitad de su territorio a los mexicanos. Pero cuando se zurraron pa'adentro fue cuando les recordaron su decadencia como raza por su naturaleza racista.

Nota en el universal

Un excelente libro que narra dicho robo en forma de novela es "Mexico mutilado" de Francisco Martin Moreno. Aqui un extracto del prologo:

¿Perdimos la guerra gracias a la inferioridad militar de México? ¡Falso! Fuimos derrotados por una cadena de traiciones sin nombre, tanto por parte de los militares como de los políticos y de la iglesia católica, apostólica y romana, institución, esta última, no sólo la más retardataria de la nación mexicana, sino también aliada al invasor, al igual que el propio Santa Anna. ¿La iglesia aliada...? ¡Sí, aliada a nuestros enemigos, porque los jerarcas militares norteamericanos le habían garantizado a los purpurados no atentar contra sus bienes ni contra el ejercicio del culto, siempre y cuando el clero convenciera a los feligreses mexicanos de las ventajas de la rendición incondicional ante las tropas norteamericanas. ¿Resultado? Puebla, entre otras ciudades, se rindió sin disparar un solo tiro. Una de las peores vergüenzas la sufrimos cuando un obispo poblano bendijo la odiosa bandera de las barras y de las estrellas...


¿Por qué el presidente Polk se negó a la anexión de todo el país, All México, según le aconsejaban sus más allegados, y únicamente retuvo Tejas, Nuevo México y California? Porque los norteamericanos sólo deseaban apoderarse de los territorios despoblados en los que pudiera asentarse libremente la raza superior, la suya, la anglosajona, sin contaminaciones de ninguna clase: “Nosotros integramos una raza blanca, libre, de extracción caucásica, poderosa, imaginativa, industriosa, alfabetizada y productiva, jamás nos sometimos a la degradación racial propia de un mestizaje...” En nuestro país muy pocos se percataron de que si México no desapareció de la geografía política mundial, se debió a la existencia de millones de indígenas asentados al sur del Río Bravo, de los que el jefe de la Casa Blanca no quiso saber nada... ¿Acaso tendré que exterminar a seis millones de aborígenes torpes y tontos, igual de inútiles que nuestros pieles rojas? ¡No!, sentenció Polk de viva voz en aquel enero de 1848, ¡no!: prefiero pasar a la historia como un anexionista que como un asesino. Allá los mexicanos, que han cubierto de plomo las alas de su águila nacional... Su mestizaje es imposible de regenerar... No sólo nunca remontarán el vuelo, sino que se precipitarán irremediablemente en al vacío...


Los mexicanos no queremos recordar cuando los yanquis nos hurtaron Tejas y nos despojaron, apuntándonos con un mosquete a la sien derecha, de California y Nuevo México, mientras estábamos derribados en el piso con la frente adherida al polvo. No, no hablamos ni escribimos de la guerra contra Estados Unidos, porque nos produce la misma sensación de vergüenza que el hecho de reconocer la existencia de un hermano asesino, o de tener una inmensa cicatriz en nuestro rostro, que nos negamos a contemplar en el espejo. Por ello mejor, mucho mejor, vivir envenenados, sin hablar del traumatismo histórico, en lugar de gritar de día nuestros dolores y complejos para volver a dar con la libertad.


Bajar el libro completo aqui

A proposito de que ahora que quieren vender el petroleo de mexico, finalizo con un extracto de los agradecimientos del libro y la imagen del mapa antes del robo:

De la misma manera, no debo dejar pasar la oportunidad de externar mi más genuino desprecio a los mercenarios de la historia de México por haber enajenado, a cambio de unos billetes o de un puesto público, sus conocimientos, su imaginación, su tiempo y su talento a la causa despreciable de la historia oficial, que tanto ha confundido a generaciones y más generaciones de mexicanos. Gracias a ellos nos hemos tropezado, en buena parte, una y mil veces, con la misma piedra.

Vaya también mi más fundada condena a los políticos que financiaron con recursos públicos la redacción y publicación de obras de consumo y formación popular que impidieron la revelación de realidades históricas con las que se hubiera podido construir, sin duda, un mejor destino para México.


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