MEXICO, D.F., 8 de marzo (apro).- Luz María Dávila “miraba la televisión” cuando escuchó los balazos. Salió corriendo rumbo al 1308 de la calle Villa del Portal, a unos metros de su casa en la colonia Salvarcar, en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde encontró tirados los cuerpos de sus dos hijos ensangrentados.
Ambos, Marcos y José Luis, de 19 años y 15 años de edad, son víctimas del juvenicidio en que sucumbieron 15 adolescentes el pasado 30 de enero. El mayor de los hermanos fue masacrado con 18 disparos. El más pequeño murió horas más tarde, en terapia intensiva, producto de un impacto de bala en la cabeza.
Estudiantes de Relaciones Internacionales y de Preparatoria respectivamente, fueron tachados de pandilleros por Felipe Calderón en foros internacionales. Su madre, la señora Dávila, desnudó el deshonor del mandatario y lo increpó el pasado 11 de febrero, en su visita a Ciudad Juárez, en un acto que recorrió el mundo.
La esposa de Calderón, Margarita Zavala, prosiguió a reconfortarla ante los reflectores. A 25 días del desencuentro, después de la visita de Calderón, le mandaron un psicólogo, ayuda de despensa, una visa estadunidense y la posibilidad de cambiar de ciudad.
“Yo no quería eso. Yo tomo terapia por otro lado. Yo a ellos los hecho de menos y más en la tarde. Mi niño llegaba en la tarde y lo acompañaba a comer. Mi otro hijo lo acompañaba a cenar y me contaba su día. Ahora se me hace muy feo que no tengo a quien esperar. Nada más veo sus fotos. Es lo único que me queda de mis muchachitos. Me los destrozaron. El sábado que fue mi cumpleaños lo sentí más. Ni una visa ni dinero valen lo que valen mis hijos”, dijo con la voz rota en el marco del foro Voces por Juárez, para el cual viajó a la ciudad de México.
Patricia Dávila, tía de Marcos y José Luis, fue a la primera persona a la que Luz María llamó ese 30 de enero. Vive cerca de la colonia Villas de Salvarcar. Llegó primero que las patrullas, los militares, las ambulancias. “No es justo”, repite desde entonces. Vio a su hermana correr, gritar, desmayarse.
Juárez es un lugar triste. Pero queremos levantar la voz por mucha gente que tiene miedo”, dice.
“Mi principal coraje es que el señor Calderón dijera que eran pandilleros. A lo mejor eso hizo que levantáramos la voz, que gritáramos… Era mucho coraje, dolor, impotencia. En Juárez a los muertos los tachan de delincuentes y dan carpetazo. Necesitamos investigadores independientes que nos hagan caso. No esperemos que vuelva a suceder lo mismo y digan que mueren sólo delincuentes. Que destruyan familias sembrándoles evidencias a personas inocentes y torturándolas para inculparlas, para que las autoridades limpien su imagen y digan que están trabajando”, señala.
Añade: “Sabemos que corremos peligro, como si pedir justicia fuera un delito. Y yo se los he gritado, y al señor Baeza (gobernador de Chihuahua) le dije: `yo prefiero que me maten hablando, porque a esos jóvenes los mataron callados y no se pudieron defender`”.
Guadalupe Meléndez es madre de Israel Arzate Meléndez, inculpado por el asesinato de los jóvenes juarenses. Ella viajó de Chihuahua a la capital del país junto con familiares de las víctimas, como Luz María Dávila, para denunciar las torturas a las que su hijo ha sido sometido para autoinculparse de dicha atrocidad.
En el foro Voces de Juárez dijo que a su hijo lo “levantaron” el pasado 3 de febrero del centro comercial donde el tiene una estética. Es comerciante. “A él lo `levantan` en una camioneta oscura, el `parquero` del centro comercial dice que eran soldados y personas bien vestidas, como ministeriales. Yo no supe de él en cuatro días. Lo busqué en todas las dependencias y nadie nos daba noticias. Pensé que me lo habían matado. Fue a la televisión. Me enteré que lo llevaban al cerezo estatal”, señala.
Su nuera le contó llorando que a Israel lo habían torturado. “Que se tuvo que echar la culpa. Lo mojaban y le daban toques. Lo golpeaban y le quemaban el pecho. Le quisieron sacar una uña. Cuando no aguantó más fue cuando le dijeron que tenían a su esposa y que la iban a violar. Fue cuando declaró que él había sido. Él sostiene a su familia con su negocio, no vive con lujos”, indicó.
A la señora Guadalupe se le escucha decir entre sollozos que tiene miedo por ella, por su nuera y pos su hijo. “A él lo sacan y lo golpean para que le digan dónde vivimos. Temo por nuestra vida. Tengo mucho temor de que se les caiga el teatro a los gobernantes y le hagan algo a mi hijo, Quiero que se haga justicia. Que investiguen bien y agarren a los verdaderos responsables. Están pasando muchas cosas malas. Vamos a defender nuestra ciudad, que no merece desaparecer”, concluyó.
Susana Molino, cantante de “hip hop”, intervino en el foro a nombre de los jóvenes en Juárez. “No somos criminales. Estamos preocupados por lo que pasa. Allá salir al parque es un riesgo de muerte. Ser joven es llevar el estigma de ser criminal. Con todo este dolor a cuestas, vivo en una ciudad donde no hay culpables y exigir justicia es un riesgo”.
Por su parte, el escritor Carlos Monsiváis hizo una breve intervención. Se dirigió a la señora Luz María Dávila y dijo: “Venimos aquí porque estamos convencidos que la respuesta es la solidaridad. La señora Dávila decía que ya no tiene qué esperar. Yo le digo que tiene que esperar los resultados de su dignísima lucha. Estamos convencidos de que tenemos que esperar que haya muchísimas mujeres que como ella no le den la bienvenida al poder”.
Santiago Igartúa
martes, 9 de marzo de 2010
Ya no tengo a quien esperar...
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